El
éxito empresarial está respaldado por la creatividad, la imaginación,
movimientos atrevidos hacia horizontes inexplorados, y habilidad
visionaria. Cuando una empresa crece y se convierte en algo más
complejo, empieza del viaje a su propio fracaso. Demasiada gente nueva,
demasiados nuevos clientes, demasiados nuevos pedidos, demasiados nuevos
productos. Lo que hace un tiempo fue divertido y enriquecedor, ahora es
una bola de nieve de caos, desorganización e incoherencia. Falta de
planificación, falta de contabilidad, falta de sistemas, falta de
cultura, falta de solidez comercial y falta de políticas de
contratación. Y falta de la disciplina. Las restricciones se vuelven
insostenibles y la fricción se vuelve insoportable. Los problemas
emergen: con clientes, flujo de caja, fechas límite pérdidas y liderazgo
dudas.
la cultura desaparece
Entonces aparece la burocracia, para compensar la incompetencia y la falta de disciplina.
Un problema que en la mayoría de los casos desaparece si cuentas con la
gente adecuada en el primer momento, un equipo de ensueño. Además de la
disciplina, se necesita la autodisciplina necesaria para reconducir
procesos, personal y cultura, esto empieza en ti como director o gerente
y acaba en tus propios empleados o supervisores.
La disciplina es la salida
Aún
sí te encuentras navegando en un mar de mediocridad y falta de
compromiso, no estás perdido. Hay una alternativa: evita la burocracia,
la jerarquía y la etiqueta. En lugar de eso construye la cultura de la
disciplina. Cuándo cultura y disciplina chocan con ética y
emprendedurismo (acción), entonces obtienes una alquimia de actuación
superior y resultados sostenibles.
La
disciplina no está reñida con la improvisación, la naturalidad y la
creatividad, desde luego que no. Solo que a menudo pensamos que no
pueden ser compatibles para no tener que esforzarnos más de lo
necesario, Lo cual nos deja fuera del juego.
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