REVISTA TRANSPORTE Y LOGÍSTICA - 05/05/2016
Por Manuel Pérez carro.
"Comentaba en
estas mismas páginas la necesidad urgente de que exista una política
común de transportes en el seno de la Unión Europea".
Cada país de la Unión está empezando a tomar decisiones unilaterales que afectan de manera negativa al desarrollo de una actividad fundamental como es el transporte de mercancías por carretera.
Hemos visto como Bélgica, Francia o Alemania tratan de proteger a sus
empresas de transporte ante la competencia feroz que estamos sufriendo
por parte de las empresas de transporte con enormes flotas establecidas
en países del este de Europa como Rumanía, Bulgaria o Lituania, países
con costes salariales mucho más bajos, una Seguridad Social
infinitamente más barata y un nulo control de los órganos de inspección
de la administración de estos países.
Ello está propiciando el denominado dumping social y la creación en esos países de empresas buzón.
En España, parece que no estamos viendo esto porque no se adoptan las
medidas oportunas por parte del Gobierno -en funciones formalmente desde
hace cinco meses- pero sin actividad alguna por lo que se refiere al
transporte por carretera, desde hace más de dos años. Baste con citar el
nuevo Reglamento de Ordenación del Transporte, metido en un cajón del Ministerio criando polvo más o menos este tiempo, o la no trasposición de la Directiva Comunitaria de 2014 sobre
desplazamiento de trabajadores, que es el primer paso para hacer frente
al dumping social, cuyo plazo para ello vencerá el 16 de junio y que España incumplirá por la negligencia de sus gobernantes, más preocupados por ver quién manda que en resolver problemas.
Eso sí, si las poderosas organizaciones de cargadores necesitan abaratar sus costes a costa del transportista, el Gobierno en funciones les hace una chapuza de norma para autorizar la circulación de los mega camiones, que no superaron las pruebas oficiales realizadas en el puerto de Somosierra y que se han ocultado a la opinión pública.
Mientras tanto, los transportistas sufriendo las consecuencias de este dislate
al que se ven sometidos por las decisiones adoptadas por estos países
que realizan interpretaciones unilaterales del Reglamento CE sobre
tiempos de conducción y descanso o exigen a las empresas de transporte
internacional que paguen a sus conductores el salario mínimo vigente en
dicho país por el simple hecho de transitar por él.
Ahora, se suman los italianos que exigen al transportista internacional
que lleve a bordo del vehículo la carta de porte del último servicio
realizado, aunque circule en vacío, de lo contrario, 4.130 euros de
sanción, tres meses de inmovilización del vehículo y otra serie de
gabelas adicionales como el astronómico costo del parking o el traslado
del vehículo al mismo. No es broma.
Y el transportista viendo cómo se violan una y otra vez sus derechos sin que nadie haga algo al respecto. Europa no es Burundi, ni Guinea, pero sus políticos están haciendo oposiciones para que lo parezca".
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