California inicia pruebas,
restringidas por el momento a un 0,5% de los vehículos, para una matrícula
electrónica capaz de mostrar mensajes
enviados desde una central a través de una red de comunicación: desde impedir
que se circule con el impuesto o el seguro sin renovar, hasta mostrar las
pegatinas acreditativas de la inspección técnica del vehículo, o incluso mostrar
una alerta con la palabra “ROBADO” si has denunciado su sustracción. Las pruebas
podrían iniciarse con flotas comerciales de vehículos de alquiler o de reparto,
en un programa piloto que tendría lugar antes de enero del año 2017.
El Department of Motor Vehicles (DMV) ve con buenos ojos una iniciativa que podría llevarle a ahorrar los veinte millones de dólares que todos los años gasta en el envío de las pegatinas a todos los conductores, pero que podría permitir posibilidades que van mucho más allá. En la patente registrada por el proveedor escogido existe incluso la posibilidad de mostrar publicidad mediante una imagen en la matrícula cuando el vehículo se detiene durante más de cuatro segundos, aunque la ley en este momento únicamente permite mostrar en la placa la información estricta de su matriculación.
La polémica, lógicamente, surge en un momento muy sensible con respecto al uso de los datos generados por esos “testigos electrónicos” para mantener un registro permanente de vehículos y sus geolocalización. A partir del momento en que una simple placa de matrícula metálica pasa a ser una pantalla provista de una conexión de datos, tenemos un escenario en el que el vehículo prácticamente hace login en la vía y puede informar de manera inmediata de cualquier uso que vulnere la ley. ¿Para qué invertir en costosos sistemas de lectura y fotografiado de matrículas que calculan la velocidad del vehículo, si su propio equipamiento puede recibir la información de velocidad o localización de los instrumentos del coche y auto-tramitar sus multas por exceso de velocidad, por saltarse una señal de stop o por circular en una dirección prohibida?
Tu vehículo, convertido en un testigo automático de cuestiones como el pago de tus impuestos de circulación o tu respeto de las normas, además de rellenar de manera permanente una base de datos con tus desplazamientos que un gobierno ansioso por tener más y más información seguro encontrará de gran utilidad, y que ya ha levantado algunas alarmas. Si lo pensamos, la idea en realidad surge a partir del momento en que hablamos de vehículo conectado, una noción que está presente en los lanzamientos de modelos recientes de múltiples marcas: a partir del momento en que los vehículos están equipados con una conexión a la red y conectados permanentemente a ella para recibir datos sobre el tráfico o acceder a posibilidades de entretenimiento, muchas de las cuestiones que antes requerían equipamiento y despliegue de costosas infraestructuras especializadas pasan a ser superfluas. La matrícula, desde este punto de vista, no es más que una interfaz al exterior que posibilita la obtención visual de una evidencia, y que supone posibilidades que pueden llevarse todo lo lejos que se quiera.
La incorporación de los desarrollos tecnológicos a procesos y acciones de la vida cotidiana plantea cuestiones que se mueven entre lo que parece pura lógica y es susceptible de evitar potenciales problemas graves (un conductor circulando sin seguro, sin pagar sus impuestos, vulnerando la ley o con un vehículo robado) y lo que define un auténtico estado de vigilancia y control permanente, un tipo de sociedad que genera una lógica inquietud, prácticamente una redefinición del contrato social. Y como realidad, hace ya tiempo que no hablamos de ciencia-ficción, sino de algo técnicamente posible y con un despliegue perfectamente viable en términos de coste. ¿Estamos preparados como sociedad para una redefinición así?
E.Dans
El Department of Motor Vehicles (DMV) ve con buenos ojos una iniciativa que podría llevarle a ahorrar los veinte millones de dólares que todos los años gasta en el envío de las pegatinas a todos los conductores, pero que podría permitir posibilidades que van mucho más allá. En la patente registrada por el proveedor escogido existe incluso la posibilidad de mostrar publicidad mediante una imagen en la matrícula cuando el vehículo se detiene durante más de cuatro segundos, aunque la ley en este momento únicamente permite mostrar en la placa la información estricta de su matriculación.
La polémica, lógicamente, surge en un momento muy sensible con respecto al uso de los datos generados por esos “testigos electrónicos” para mantener un registro permanente de vehículos y sus geolocalización. A partir del momento en que una simple placa de matrícula metálica pasa a ser una pantalla provista de una conexión de datos, tenemos un escenario en el que el vehículo prácticamente hace login en la vía y puede informar de manera inmediata de cualquier uso que vulnere la ley. ¿Para qué invertir en costosos sistemas de lectura y fotografiado de matrículas que calculan la velocidad del vehículo, si su propio equipamiento puede recibir la información de velocidad o localización de los instrumentos del coche y auto-tramitar sus multas por exceso de velocidad, por saltarse una señal de stop o por circular en una dirección prohibida?
Tu vehículo, convertido en un testigo automático de cuestiones como el pago de tus impuestos de circulación o tu respeto de las normas, además de rellenar de manera permanente una base de datos con tus desplazamientos que un gobierno ansioso por tener más y más información seguro encontrará de gran utilidad, y que ya ha levantado algunas alarmas. Si lo pensamos, la idea en realidad surge a partir del momento en que hablamos de vehículo conectado, una noción que está presente en los lanzamientos de modelos recientes de múltiples marcas: a partir del momento en que los vehículos están equipados con una conexión a la red y conectados permanentemente a ella para recibir datos sobre el tráfico o acceder a posibilidades de entretenimiento, muchas de las cuestiones que antes requerían equipamiento y despliegue de costosas infraestructuras especializadas pasan a ser superfluas. La matrícula, desde este punto de vista, no es más que una interfaz al exterior que posibilita la obtención visual de una evidencia, y que supone posibilidades que pueden llevarse todo lo lejos que se quiera.
La incorporación de los desarrollos tecnológicos a procesos y acciones de la vida cotidiana plantea cuestiones que se mueven entre lo que parece pura lógica y es susceptible de evitar potenciales problemas graves (un conductor circulando sin seguro, sin pagar sus impuestos, vulnerando la ley o con un vehículo robado) y lo que define un auténtico estado de vigilancia y control permanente, un tipo de sociedad que genera una lógica inquietud, prácticamente una redefinición del contrato social. Y como realidad, hace ya tiempo que no hablamos de ciencia-ficción, sino de algo técnicamente posible y con un despliegue perfectamente viable en términos de coste. ¿Estamos preparados como sociedad para una redefinición así?
E.Dans