La guerra de los smartwatches ha comenzado oficialmente, con la presentación de modelos por parte de Sony, Qualcomm y Samsung.
Una nueva categoría de la electrónica de consumo, y un escenario que
llevará a que muchos juren y perjuren que jamás pondrán “eso” en su
muñeca como hace años hicieron con el teléfono móvil, pero a que, en una
gran cantidad de casos, terminen por caer. Y con ello, a ampliar la
funcionalidad del reloj a mucho más que ver la hora, y incluso a que
terminen por modificarse algunos códigos de lo que hoy se consideran
normas de buena educación.
Que la categoría iba a explotar no era ninguna sorpresa: llevamos tiempo hablando de ello, hasta con artículos en papel, y la recepción en sitios como Kickstarter de algunos precursores como Pebble
anticipaba que existía un importante nivel de demanda latente. El
escenario que ahora vemos promete complicarse mucho más, con la
irrupción de nuevas marcas, la reacción de las que ya había (el modelo
de Sony es, en realidad, su segunda iteración sobre ese concepto), la
aparición de todo tipo de clones e imitadores de bajo precio, e incluso
las reacciones de empresas que no provengan necesariamente de la
industria de la electrónica de consumo.
Falta también el movimiento de Apple,
que pretende de nuevo convertirse en el termómetro de la categoría y,
una vez más, aspirar a redefinirla como hizo anteriormente con los
reproductores MP3, los teléfonos móviles o los tablets. De nuevo volveremos a ver cómo Apple presenta su modelo de smartwatch,
cómo muchos analistas afirman que no es competitivo porque no tiene
esta o aquella función, y posiblemente, cómo vuelven a equivocarse. O
no. Nunca es tarde para que otros competidores intenten aprender la
lección y mejorar experiencias anteriores ante una Apple que por primera
vez inaugura una nueva categoría dos años después de la muerte de Steve
Jobs, pero por el momento, las estadísticas están bastante a favor de
la marca de la manzana para irrumpir en el mercado y marcar de nuevo
tendencia.
¿Qué tienes que saber de los smartwatch si estás pensando o
vas a pensar en poner uno en tu muñeca? Lo primero, que la sensación es
extraña. Que tu muñeca vibre cada poco tiempo avisándote de cosas como
un mensaje de correo electrónico, una publicación de un amigo en una red
social o una conversación en tu mensajería instantánea hace que mires
el reloj un número sensiblemente más elevado de veces, y que des la
impresión a todo el mundo de que tienes mucha prisa o te quieres ir.
Acostúmbrate. No mirarlo cuando vibra es un castigo porque a nadie le
gusta quedarse con la intriga. Intentar mirar discretamente no funciona y
es siempre peor. La mejor solución es, al menos mientras los smartwatches
no estén ya de manera habitual en todas las muñecas de todo el mundo y
empiece a modificarse el protocolo de uso, avisar a tus interlocutores a
la primera ocasión. Por supuesto, intenta racionalizar qué cosas
quieres realmente que te interrumpan, particularmente si usas sonido:
todo exceso es susceptible de convertirse en tortura para ti y para los
que te rodean.
Procura no ser obsesivo-compulsivo: que tu muñeca vibre y te enteres
de que has recibido un correo en tiempo real no quiere decir que tengas
que leerlo precisamente en ese momento. Es una lección que tendríamos ya
que tener aprendida tras años de usar BlackBerries y smartphones,
pero que muchos siguen sin hacer completamente suya: convertir un medio
cómodamente asíncrono en uno incómodamente síncrono es una tontería que
debes tratar de evitar. Una interrupción consistente en echar una
rápida mirada a la muñeca es ya de por sí suficientemente molesta como
para que le añadas además inmediatamente el echar la mano al bolsillo y
extraer el móvil para cada correo o notificación que recibas. A la
tercera o cuarta interrupción en una conversación, tu interlocutor
empezará a perder su paciencia… con toda la razón del mundo.
La calidad y solidez del dispositivo y sus materiales son
fundamentales: un reloj está expuesto constantemente a golpes y
rozaduras de todo tipo. En cambio, no te preocupes demasiado por los
tiempos de carga: mi experiencia con un smartwatch que
sobrevive holgadamente con una carga a la semana es que termino por
quitármelo todas las noches y ponerlo a cargar. No lo quiero en mi
muñeca por las noches porque una vibración en ella es mucho más
eficiente de lo que parece para despertarte, y en realidad, es incluso
molesta si lo dejas sobre la mesilla de noche. Y ya que te lo quitas, lo
suyo es enchufarlo al cargador o ponerlo sobre su base para que a la
mañana siguiente salgas con la batería completamente cargada. No sé si
los nuevos modelos tendrán algún tipo de “modo noche”, o incluso si se
convertirá en habitual utilizarlos como despertador – despertarse con
una vibración en la muñeca es todo un buen detalle si duermes con
alguien y pretende despertarse más tarde que tú – pero por el momento, a
pesar de que los relojes convencionales me gusta llevarlos encima
incluso cuando me ducho, el smartwatch me está pareciendo más adecuado para un uso discontinuo.
Ya sé que es puro sentido común, pero muchas veces este es el menos
común de los sentidos: cuidado con actividades que requieran atención,
como conducir. No, ninguna norma de tráfico impide mirar el reloj
mientras conduces, pero tampoco lo hacían con el teléfono móvil hace
algunos años y ha tenido que haber numerosos accidentes para que se
modificasen. En cuanto la pantalla de tu reloj pasa a servir para más
cosas que ver la hora, distraerse y correr riesgos absurdos es mucho más
fácil de lo que parece.
Recuerda que la categoría no es en absoluto simple: es una “sucursal” de tu smartphone
en tu muñeca con un procesador más potente que muchos de los
ordenadores que has tenido en tu vida, de manera que mantiene
dependencias cruzadas con este, y por tanto con cuestiones como la
compatibilidad o el parque de apps disponible. En cuanto el mercado smartwatch
empiece a tener una cierta tracción, veremos cómo miles de
desarrolladores se afanan por ganar cuota de pantalla en nuestra muñeca:
Samsung ha presentado su dispositivo con setenta apps
compatibles para empezar a hablar, y alguno de los usos, como el de
salir a correr con el o el de usarlo para gestionar tu música, son
verdaderamente cómodos. Asimismo, piensa que estamos al principio del
camino de la evolución en una nueva categoría, y que muchas opciones
cambiarán rápidamente, desaparecerán, serán pronto superadas o te
parecerán absurdas. ¿Hablar por teléfono a través del reloj como si
fueras Dick Tracy?
¿Hacer fotos con una cámara de 1.9MP cuando llevas una mucho más cómoda
y potente en el bolsillo? ¿Conexiones que solo resisten 1,5 metros de
separación del dispositivo principal? Muchas de esas funciones
mejorarán, cambiarán o desaparecerán en las próximas iteraciones de los
dispositivos, y otras que hoy nos parecen completamente absurdas puede
que se acaben imponiendo.
Por ahora, vete acostumbrándote a pensar en el reloj como en un
artefacto diferente. Te pongas como te pongas, te vas a hartar de ver smartwatches. Pronto, en alguna muñeca cerca de ti…
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