martes, 8 de marzo de 2016

La sustitución hombre – máquina y los argumentos resbaladizos

Slippery slopeUn par de noticias recientes y las reacciones que han generado me llevan a considerar un tipo de falacia que me encuentro habitualmente en mis clases y discusiones relacionadas con el desarrollo tecnológico: la de la pendiente resbaladiza. En ella, un suceso es presentado como detonante seguro de una cadena de eventos que sin duda de ningún tipo darán la razón a quien lo propone, aunque no exista ninguna evidencia relevante de esa supuesta cadena de eventos.
El primer caso es el reciente incidente sufrido por un vehículo autónomo de Google: un Lexus autónomo que, para evitar unos sacos de arena situados en torno a una alcantarilla, decide invadir el carril contrario circulando a unos tres kilómetros por hora, para encontrarse con que un autobús, circulando a unos 25 km/h en sentido contrario, decide no cederle el paso. Nada preocupante: la inteligencia autónoma del vehículo asumió que, dado lo excepcional de la situación, el autobús le dejaría pasar, y el conductor del autobús decidió que no era el momento de ser cortés. La situación se salda con unos leves desperfectos, una asunción de responsabilidad, y una corrección introducida en el algoritmo de conducción automática para prevenir que los conductores de vehículos grandes pueden tener menos tendencia a ceder el paso por cortesía en situaciones excepcionales.
Con respecto a la alternativa de que el accidente lo hubiese producido un conductor humano, situación que vemos centenares de veces todos los días con total normalidad, la gran diferencia es que el error del algoritmo genera automáticamente un aprendizaje que lo realimenta para evitar futuros accidentes similares. El incidente no refleja nada: decididamente, no que la conducción autónoma sea más insegura que la humana (los números cantan), no que los humanos sean más hábiles en determinadas situaciones, y mucho menos que el futuro de la conducción autónoma se complique. Absolutamente nada de eso. Que ningún vehículo de conducción autónoma tuviese jamás un accidente no es algo que entre dentro de la lógica, y ante la eventualidad de uno, se aplica la inteligencia adecuada para tratar de evitar otro similar. Eso es todo. Cualquiera que pretenda implicar que “ya decía yo que eso de que el coche condujese solo no podía ser buena cosa” o “si hubiese ido conduciendo yo, el incidente no habría ocurrido” está siendo simplemente falaz, utilizando un argumento lógicamente erróneo y sin sentido, por “intuitivo” que le pueda parecer. Que las tareas de conducción terminarán siendo llevadas a cabo por robots de manera completamente mayoritaria es algo que ya resulta absurdo dudar, por muhco que haya habido un incidente.
Segundo caso: Daimler comenta que en la fabricación de su Mercedes Clase S, caracterizado por un elevadísimo número de extras que convierten cada vehículo en una combinación de muchísimas posibilidades, están sustituyendo algunos robots de la cadena de montaje de su factoría de Sindenfingen por trabajadores humanos, porque la tarea de reprogramar los robots para cada vehículo se prueba menos eficiente que la de poner a un humano a hacerlo. Automáticamente, muchos ven en esta noticia algún tipo de aceite con el que engrasar una lógica defectuosa, y pasan a afirmar que los robots nunca sustituirán al hombre, que las empresas se dan cuenta de que es mejor el trabajo humano, y que poco menos que la tendencia era errónea y ya se ha revertido. Por supuesto, nada de esto es real. La decisión de Daimler es puramente temporal, hasta que los algoritmos de programación de los robots se simplifiquen hasta el punto de convertir su reprogramación en una tarea trivial y sencilla, o incluso hasta el punto de que se reprogramen a sí mismos al ver la lista de extras del modelo que van a montar. Bajo ningún concepto esto quiere decir que el futuro sean trabajadores humanos en cadenas de montaje: si alguien lo cree, que vaya olvidándose, y mucho menos, que Daimler haya dejado de invertir en robotización: si lo hiciera, quedaría rápidamente obsoleta y sus costes no serían competitivos. En su lugar, Daimler está investigando activamente en como compatibilizar hombres con robots en un mismo entorno de trabajo, convirtiendo a los robots en inteligencias sensibles capaces de evitar accidentes. Quien quiera ver en la coyuntural decisión de Daimler una tendencia, una progresión que nos lleva a desechar a los robots, lo va a tener complicado para justificar su argumentación. Que los humanos quedarán mayoritariamente apartados de las cadenas de montaje es algo que sigue una argumentación lógica infinitamente más consistente.
Razonamientos tan absurdos como estos los vemos todos los días en todas las compañías. La mente humana siente la dificultad de tratar con argumentos complejos, y opta por el camino fácil: el del tópico o la generalización gratuita. Una frase rápida, discusión cerrada, y preocupación eliminada. El problema, claro está, es que no es así: la frase rápida no es más que un placebo mental, y ni la discusión se cierra, ni la preocupación debería eliminarse, porque cuando abra los ojos, como aquel dinosaurio del microrrelato, aún seguirá ahí. Y si la decisión de recurrir a placebos mentales resulta ya de por sí absurda en personas maduras, la de hacerlo en entornos corporativos es directamente irresponsable.
 

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