jueves, 25 de febrero de 2016

Máquinas que compran solas

Samsung printerEn la foto, una impresora. Un objeto que no me llama la atención lo más mínimo, pero que, en este caso, me obliga a hacer una excepción: la gracia que tiene esa impresora es, sencillamente, que monitoriza el nivel de tinta disponible, y cuando está próximo a agotarse, pide directamente los recambios a través de Amazon Dash.
¿Sorprendente? Lo justo: ya todos conocemos Amazon Dash, los botoncitos con logotipo que puedes poner en el punto de la casa donde más utilizas un producto determinado (el de las cápsulas de café al lado de la cafetera, el del detergente pegado a la lavadora, etc.) y que te permiten hacer un pedido cuando se acaba algo. Nada que no pueda hacerse con la app adecuada, pero que simplemente permite convertir una tarea consciente (sacar la app o entrar en la página correspondiente) en algo más directo, cómodo, rápido e intuitivo. La idea, a pesar de su simplicidad, es buena, se corresponde mucho con la tendencia a dotar de cierta inteligencia a objetos comunes, lleva funcionando ya algún tiempo, y hasta hemos visto como se hackeaba para las cosas más variadas.
Ahora, pasamos un nivel más: es la propia máquina la que, cuando detecta niveles bajos de suministros, aprieta el botón y pide a Amazon lo que le falta. Mientras no combinemos esta funcionalidad con otra que se descubrió hace ya mucho tiempo, tan sencilla como hacer que la máquina mienta y diga que se le ha acabado un cartucho al que, en realidad, le queda tinta para rato – sí, de esa tinta que se vende aproximadamente al mismo precio que la sangre de unicornio – todo va bien. Pero lo interesante, más allá de una impresora que no es siquiera la primera automatización de este tipo, es pensar en las posibilidades de ese Dash Replenishment Service (DRS) en el que por el momento encontramos, además de impresoras, cosas como lavadoras-secadoras, jarras purificadoras de agua, medidores de glucosa en sangre para diabéticos, dispensadores de jabón, de comida para mascotas, de productos de limpieza de piscinas, o de baterías para cerraduras inteligentes. Abriendo la imaginación, podemos imaginar un buen número de artículos de los que denominamos habitualmente suministros, de compra recurrente y que simplemente volvemos a pedir cuando se acaban, que retiramos de nuestra cesta de la compra como tal, porque, básicamente, se cuidan de sí mismos. Podemos imaginar igualmente algoritmos de optimización en los que se incluyen el número de días de suministro restantes en función del ritmo de consumo, con el fin de consolidar pedidos y optimizar la logística de envío. O combinarlo con ofertas de productos de la competencia que desean llegar al usuario precisamente en el momento en que toca rellenar esos suministros.
La idea es, como mínimo, provocativa: compras que llegan a casa sin que sepamos siquiera que las habíamos adquirido, simplemente porque el aparato que hace uso de ellas detecta que se van a terminar. Muchas posibilidades, y seguramente, algunos hábitos afectados.  E.Dans
 

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