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viernes, 27 de noviembre de 2015
La economía se desacelera inesperadamente. Un efecto champán efímero.
REVISTA LOGÍSTICA TRANSPORTE Y ALMACENAJE - 27/11/2015
La economía se desacelera por momentos y no hacemos otras cosa más que hacernos trampas en el solitario. La economía española desacelera su crecimiento. Del impulso con vigor de principios de año, se acercar a la media del crecimiento europeo en el tercer trimestre, lo que significa un crecimiento menor del que teníamos y, sobre todo, una pérdida de expectativas. La campaña electoral esta ocultando que queda mucho por hacer.
A pesar de la propaganda del Black Friday, del éxito evidente del comercio electrónico, del adelanto de rebajas constante, de las rebajas fiscales, de las gasolinas a la baja, el consumo no responde con energía y se aprecia cierto enfriamiento. La primera mitad del año fue mejor.
Los datos de los puertos más grandes de España del mes de octubre son concluyentes. Hay que bucear en los datos de tráfico que, por otro lado, se dan con titulares demasiado optimistas que no reflejan la realidad. Sobre todo la realidad del dinamismo de una economía que puede estar pasando de crecer el 3,3% a estar creciendo el 1,5% y con perspectivas menos positivas para final de año.
El consumo interior tampoco está tirando adecuadamente al menos en el terecer trimestre aunque por lo menos el sector exterior - a pesar de estar creciendo menos y notando el impacto de un menor comercio mundial- sigue creciendo aunque a tasas menores. Nos estamos haciendo, mientras tanto, trampas en el solitario de emitir mensajes que no dan idea a los profesionales y a los ciudadanos de la ingente tarea pendiente de recuperar competitividad.
España se había convertido en el 2014 en un buen ejemplo de país industrializado pero con caracteres de emergente donde merecía la pena invertir, ya que la vieja Europa seguía siendo eso, vieja y anquilosada, salvo Alemania. Frases como que España se estaba convirtiendo en la Alemania del sur de Europa y unas optimistas cifras de comercio exterior habían hecho lanzar las campanas al vuelo. Cuando esas campanas al vuelo pronosticaban una vuelta a la confianza del consumidor español y, por tanto, al consumo, estas se están viendo desautorizadas por el curso de la demanda del consumo, incluso las exportaciones.
Sigue siendo verdad que España es un país con enormes posibilidades y que, obligada por la crisis, está cambiando su modelo económico para centrarse en la exportación. Es indudable el éxito de exportación de la industria del automóvil en España que, a pesar de una situación mundial económica que se va deteriorando, mantiene un fuerte ritmo de fabricación y exportación.
Más oculto y más significativo es el éxito exportador de nuestra industria agroalimentaria, que crece a tasas por encima de los dos dígitos de una forma sólida y continuada a pesar de vaivenes que podrían lanzarla a la desesperación como fue el veto ruso de hace dos años, y, evidentemente, los vaivenes del clima, que está teniendo un efecto algunas veces impredecible sobre las cosechas. Sin embargo, los agricultores, productores y exportadores españoles siguen confiando en que el año 2016 y la campaña que acaba de comenzar sea otro récord histórico.
Sin embargo, estos dos hechos muy positivos unidos a los de otras industrias exportadoras como la del azulejo y otras manufacturas y al éxito de consorcios internacionales como el textil Zara, Desigual o Mango no pueden ocultar la atonía en otros sectores y lo que podríamos llamar el fracaso de continuar otras reformas estructurales dentro de las empresas y la sociedad.
La realidad es que el consumo interno, contra pronóstico, se está desacelerando, a pesar de lo que se dice y de la reforma fiscal y la caída de las gasolinas. Aunque se prometa mucho para la campaña de Navidad, la realidad es que octubre y noviembre han sido realmente grises para el consumo, que viene desacelerándose desde antes del verano de una forma que para los que eran optimistas con la macroeconomía parece inexplicable.
Ha habido una reforma fiscal que ha reducido las retenciones y, un poco, los impuestos. Otra reforma fiscal ha venido por la vía de la reducción del precio de los carburantes que, aunque el gobierno no ha logrado que sea tan enérgica, sí que se está traduciendo en un aumento de renta mensual disponible por los consumidores. También ha habido una bajada en los tipos de interés bajos que tendría que tener un efecto beneficioso también en la renta disponible vía el pago de las hipotecas y en la financiación de bienes duraderos y semiduraderos. De hecho, en los semiduraderos como los automóviles, una financiación, unas ofertas y una publicidad derivada de los planes de achatarramiento como los PIVE han llevado a una mejora de las ventas de automóviles pero también es verdad que han sido más vigorosas en el mercado doméstico de principios de año que ahora a finales.
Lo mismo con la ventas de casas tanto de segunda mano como nuevas que parecieron tener un impulso más fuerte a primeros de año y que, ahora, a final de año, no parecen estar sosteniendo ese vigor en la generalidad de compradores. Algo parecido pasa en los sectores industriales y logísticos donde ha habido un gran impulso de las operaciones inmobiliarias a principios de año derivadas de la entrada de fondos oportunistas o de inversores como las Socimis en activos que ya tenían unos precios y una rentabilidad por alquileres muy interesante. Pero como admiten desde algunas Socimis, los precios de los activos, que no del suelo, han cogido unos niveles que ahora la realidad del mercado debe de demostrar que son buenas inversiones y donde se tiende a pensar que van a tardar unos año en lograr esa rentabilidad.
En suma que teníamos grandes expectativas para la economía a principios de año, incluso al final del primer semestre, pero que ahora inexplicablemente se están ralentizando. La realidad es que aunque España no se ha vista afectada en su industria todavía por los escándalos que, por ejemplo, aquejan a la industria alemana y la imagen de marca de Alemania, y nuestras exportaciones siguen siendo crecientes, nos estamos viendo afectados por la ralentización del comercio mundial pero, también, por los datos de base de nuestra economía.
Fuera de parte hay que dejar estas excusas que normalmente tenemos de asociar la atonía de nuestro consumo a las incertidumbres políticas o a las elecciones. Siendo esto verdad, hay que decir que al consumidor al final esas cosas le afectan en una pequeña medida pero no como para contrarrestar el aumento de la renta disponible en un mayor consumo.
La realidad, como contaba una agencia de noticias extranjera, es que la masa de empleados ha caído desde el pico que tuvo de 19 millones y pico de empleados en 2007 a los cerca de 18 con los que vamos a terminar ahora. Pero mucho más importante es que los datos que arroja el impuesto sobre la renta de las personas físicas es que el salario medio español está cayendo desde el 2007 y más pronunciádamente desde 2012. Un salario medio que puede haber caído entre un 10 y un 15% desde 2007 y 2009.
Parecería, con todo esto, que antes de que llegue el próximo gobierno y el 2016 se haya dado ya un efecto champán, es decir, una mejora solamente pasajera, un taponazo efímero, que incluso se está desinflando antes de que lleguen las elecciones cuando el gobierno había calculado que iba a haber una mejora económica contundente y para eso rebajo los impuestos. Seguramente esta situación no va a verse reflejada en las elecciones ya que las fechas navideñas, el cobro de las pagas extra y una ingente propaganda electoral está ocultando esta realidad.
El gobierno, porque no le conviene hablar de esta prematura ralentización económica, y los partidos de la oposición, dedicados a prometer una serie de mejoras en la economía de los ciudadanos para atraer su voto, no pueden ponerse a contar ahora que la realidad se aleja de esas promesas.
Ni Ciudadanos, ni Podemos, ni el PSOE pueden venir a contarnos la realidad de que hacen falta muchas reformas en España y Europa para que aumente la riqueza nacional. Teniéndose que postergar forzosamente promesas como la de la renta mínima asistencial, ese sueldo que se tendría que pagar a todo el mundo por vivir en España. La realidad es que el paro en España duplica al de Portugal y ahora, desde 2012, de subempleo y la precariedad que hacen muy difícil que retorne la confianza a los consumidores españoles. Va a ser necesaria una terapia más importante de abordar cambios estructurales, no solo en España sino en Europa, para poder hablar de recuperación.