En los Estados Unidos se plantean que, a medida que la educación en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) pasa a formar una parte cada vez más fundamental del cada vez más omnipresente sector tecnológico, sino prácticamente de la totalidad de las industrias, es fundamental reforzar esa parte del currículum educativo desde las fases más tempranas de la educación.
En el Reino Unido, que recientemente adaptó la estructura de su bachillerato para incluir las Ciencias de la Computación como una ciencia más al mismo nivel que la Biología, la Física, la Química o las Matemáticas, la BBC ha tenido la iniciativa de regalar un millón de hacking kits a niños de entre 11 y 12 años, diseñados por una startup británica, Technology Will Save Us, y financiado por donaciones de empresas como Arm, Farnell, Freescale, Microsoft, Nordic, Sciencescope y la propia BBC.
La llegada de las impresoras 3D y los talleres del tipo hacklab a las escuelas son cada vez más una realidad tangible en países tan diversos como los Estados Unidos o China. Y metodológicamente, los cambios se están dando ya en países como Finlandia, que está pasando de esquemas basados en asignaturas a otros basados en temáticas con aproximación multidisciplinar y centrados en el uso de tecnología para el aprendizaje, pero también en otros como Perú.
¿Qué elementos comunes existen en todos esos cambios? ¿Son acaso casuales? ¿Se deben tal vez a la imaginación o la iniciativa de unos pocos visionarios? No, la gran realidad es que ese tipo de cambios se deben a la existencia de estrategias de país, a planteamientos en los que la educación juega necesariamente un papel fundamental. Medidas de este tipo son inversiones a medio plazo, a escala generacional, en países más competitivos, en entornos más punteros y capaces de generar más valor. Frente al enfoque en bajos costes laborales unitarios, o en los servicios, se trata de planteamientos mucho más sostenibles, más destinados a ofrecer igualdad de oportunidades, a desarrollar habilidades que se están probando cada vez más fundamentales de cara al futuro.
La gran verdad es que plantearse que la educación no cambie en plena era Google es completamente absurdo. No, los cambios en el currículum educativo no pueden responder a coyunturas posiblemente pasajeras, pero nadie se plantea ya que estemos hablando de un cambio meramente coyuntural. En menos de una generación, seremos testigos de cómo quien no maneje al menos los rudimentos de la programación o quien no sea capaz de entender y manejar la narrativa del vídeo, entre otras habilidades que podríamos considerar relativamente “nuevas”, será considerado prácticamente un analfabeto.
Ante un cambio tan importante y radical como este, la única aproximación posible son estrategias amplias de país, que impliquen cambios profundos en el curriculum educativo. Mientras otros países están posibilitando entornos educativos centrados en la experimentación, en las pruebas y en los rediseños, España se encuentra muy lejos de plantear algo así. La educación, a todos los niveles, mantiene características ya no simplemente anticuadas, sino directamente rancias. Quitando algunas iniciativas puntuales, la educación en España siguen anclada en inacabables reformas en las que la adaptación al nuevo entorno tecnológico en ningún caso está ni se la espera. Una ausencia total de liderazgo en este sentido, una inadaptación que nos disponemos a pagar durante varias generaciones. Como país, una conversación absolutamente necesaria y que ya estamos tardando mucho, muchísimo en tener.
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E.Dans