Los líderes aprenden que hacer a un lado los sentimientos y demostrar dureza es símbolo de resultados y respeto. Nada más incierto.
Durante
gran parte de mi vida pensé que la manera de salir adelante, de obtener
resultados y lograr resultados en otros, era demostrando dureza, lo
cual implicaba hacer a un lado los sentimientos y enfocarme únicamente
en lo tangible, en los resultados que se buscaba obtener.
En
esos tiempos pensaba que ser serio, frío y calculador eran ejemplos de
fortaleza. Esto era particularmente importante en el trabajo, donde
aprendí que para ser respetado tenía que “darme mi lugar”.
Así las cosas aprendí a ser un jefe autoritario,
que echaba mano de herramientas como disciplina, rigor, culpa y
consecuencias para lograr que mi equipo de trabajo alcanzara sus
objetivos.
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Dicha manera de ser no era exclusiva con ellos; yo era tan duro o más conmigo mismo, puesto que pensaba que el acceso a un alto desempeño tenía que ver con ser intolerante a cualquier falla, en mí y en los demás.
Dicho enfoque me generó ciertos resultados. En el corto plazo las personas hacían lo que se les indicaba, probablemente motivadas por el miedo.
Sin embargo, en el mediano y largo plazo los resultados no eran
ideales, ya que muchos de ellos adoptaban una actitud apática o,
inclusive, renunciaban.
Cuando
esto último sucedía, claro que yo pensaba que era mejor prescindir de
personas así, puesto que ellos eran el problema y no mi actitud dura e intransigente.
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Esta
manera autoritaria de dirigir a las personas, muy común en nuestra
realidad organizacional y corporativa, tiene una razón de ser. Como
sociedad estamos fuertemente enfocados en distinguir lo que está mal (en
nosotros, en los demás, en nuestras organizaciones, en el mundo) e
intentar arreglarlo de cualquier manera; esa manera suele ser mediante
la coerción, las amenazas, la dureza y la culpa, todo con el fin de que las personas nos respeten y respeten las reglas.
Con el tiempo y después de muchos traspiés, aprendí que dureza no es igual a fortaleza y miedo no es igual a respeto.
Aprendí que para obtener un alto desempeño de
mí y de los demás es necesario equilibrar el rigor con el trato humano,
no solo dictando y exigiendo, sino también inspirando.
Dicho
trato humano implica no solo aceptar, sino dar la bienvenida a todas
esas cosas que nos hacen humanos: sentimientos, emociones,
imperfecciones y errores. En esencia, a nuestra vulnerabilidad; la
susceptibilidad a ser heridos o lastimados ya sea física o
emocionalmente.
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La palabra vulnerabilidad seguramente nos hace corto circuito a muchos de nosotros; y no es de extrañarse, puesto que hemos aprendido que vulnerabilidad es igual a debilidad. ¡Nada podría estar más alejado de la verdad! Ser vulnerable es un acto de valentía que
implica arriesgarse y mostrarse ante otros tal cual uno es, elemento
indispensable para poder enfrentarse a grandes retos, obtener grandes
logros e inspirar a los demás a hacer lo mismo.
A continuación te sugerimos seis habilidades claves que debes demostrar para lograrlo.
1. Ten compasión de ti y de los demás
¡Aceptémoslo!
Somos seres humanos imperfectos, que se equivocan, duelen y sufren.
Aceptar dicha realidad y mostrarse compasivo posibilita levantarte
después de una caída y te acerca a los demás, permitiéndote apoyarlos
entonces a que ellos se levanten y sigan adelante con fuerzas renovadas.
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2. Sé empático
La
empatía es la habilidad de ponerse en los zapatos de alguien más en
lugar de juzgarlo, lo cual es indispensable si buscas ser un verdadero
líder y que las personas te sigan porque te respetan, no porque te
tienen miedo. Si te encuentras diciendo: pero solo estoy siendo honesto,
seguramente acabas de ser insensible.
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“LA HONESTIDAD NO AYUDA, LA EMPATÍA SI LO HACE.” DAN WALDSCHMIDT, ESTRATEGA DE NEGOCIOS, CONFERENCISTA Y ATLETA.
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3. Relaciónate con los demás
Probablemente
el elemento más importante para tener la posibilidad de inspirar e
influenciar a los demás es tu capacidad de relacionarte con ellos, lo
cual por naturaleza implica una disposición a ser vulnerable.
Relacionarte con las personas genera la identificación y conexión para
que las personas te conozcan, crean en ti, te admiren y elijan
libremente seguirte.
4. Por favor, sé autentico
Ahora, de nada sirve que te relaciones con los demás si lo haces con máscaras y poses,
algo muy común en el mundo laboral y de los negocios. Para poder
generar una verdadera conexión con las personas es necesario que lo
hagas de manera auténtica, lo cual quiere decir que te muestres y te
conozcan tal como eres.
5. Comparte tu historia, tus éxitos y tus fracasos
Una
manera inmensamente poderosa de darte a conocer es compartiéndote.
Cuando estés en relación con los demás, cuéntales quién eres, algo sobre
tu familia, y compárteles algunos de tus éxitos y tus fracasos.
6. Admite tus errores
Por
último, no intentes aparentar perfección ante los demás. ¡Realmente no
engañas a nadie! Es mucho más honesto y real, además de efectivo,
mostrar tu imperfección y admitir tus errores.
Mostrarte
vulnerable ante los demás no es nada fácil. Estamos acostumbrados a
esconder nuestros sentimientos, emociones e imperfecciones, y cualquier
intento de hacer lo contrario será inicialmente muy incómodo y doloroso.
Sin embargo, vale muchísimo la pena, pues ello es un acceso
poderosísimo a todo aquello que queremos: conexión, aceptación,
admiración, colaboración, creatividad, innovación, alto desempeño,
éxito, amistad y amor.