Un
par de noticias de este lunes dejan claro que la tendencia que nos
lleva hacia el desarrollo de vehículos de conducción autónoma sigue
quemando etapas a gran velocidad: por un lado, la primera prueba llevada a cabo en Alemania por Daimler-Benz con un camión producido de manera estándar y en condiciones de tráfico real en la míticaAutobahn. Por otro, el anuncio de una ciudad japonesa, Fujisawa, del lanzamiento de una prueba piloto de transporte de viajeros en taxis robotizados, con la idea de que funcionen con normalidad como vehículos comerciales en las próximas olimpiadas de 2020.
Las predicciones, para muchos optimistas, de un despliegue comercial generalizado de vehículos de conducción autónoma en un plazo de cinco años se están cumpliendo de manera entusiasta. Además de los vehículos de Google, que circulan ya con casi total normalidad por las calles de Mountain View (aún con conductor humano y limitados a 40 Kph) y que han pasado ya exámenes de conducción en varios estados, tenemos el equipo de más de mil personas que Apple tiene trabajando en un proyecto similar, un vehículo fabricado por Nissan que ya ha obtenido su licencia, otro fabricado como parte de un proyecto de investigación de Ford, una Toyota que se une con decisión a esa misma carrera, otro proyecto desarrollado por Volvo y también con vehículos en tráfico real, y una Honda que ya ha obtenido la aprobación para circular de manera autónoma en California.
Los
marcos legislativos también están siendo revisados para permitir el
tráfico de vehículos de conducción autónoma en lugares como los Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania, y la investigación se centra ahora en cuestiones como conseguir que los vehículos tomen decisiones y adquieran estilos de conducción más parecidos a los de los humanos (¿cuándo veremos un vehículo autónomo recibiendo una multa?) o en tratar de llegar a consensos sobre las posibles implicaciones éticas de una hipotética toma de decisiones en caso de accidente,
un tema en el que nunca se puso ningún foco cuando esas decisiones eran
tomadas en las condiciones actuales, con conductores humanos detrás del
volante.
Al tiempo, los usos sociales también están variando: los jóvenes se muestran cada vez menos interesados en poseer un vehículo, o sustituyen ese vehículo que antes simbolizaba la autonomía y la libertad por la posibilidad de que les lleven en Uber de un lado a otro.
Las ventajas que el vehículo autónomo puede traer consigo en
términos de racionalización del transporte, seguridad o consumo son
impresionantes, una propuesta de valor a la que la sociedad parece estar
mirando cada vez con mejores ojos. Si aún no lo tienes en tu análisis
de escenario, vete situándolo: los vehículos autónomos están mucho más cerca de lo que parece. E.Dans