La frase original la pronunció Thomas A. Edison en una entrevista en Harper’s Monthly en septiembre de 1932:
“None of my inventions came by accident. I see a worthwhile need to be met and I make trial after trial until it comes. What it boils down to is one per cent inspiration and ninety-nine per cent perspiration”
(“Ninguno de mis inventos llegó por accidente. Veo una necesidad interesante que necesita satisfacerse, y hago una prueba detrás de otra hasta que sale. El resultado es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de transpiración”)
Por mucho que se pueda decir que el genio de Thomas A. Edison tuviese más que ver con su agilidad y saber hacer a la hora de registrar y litigar sus más de mil patentes que con una verdadera genialidad, no cabe duda que la frase tiene su punto, y puede llegar a resultar muy inspiracional. Pero además, es real, y hay un par de ejemplos muy vinculados entre sí que me la recuerdan constantemente.
El primero es Snapchat. Aunque muchos pueden verla como la idea de un niño rico, Evan Spiegel, que se dedica a emprender básicamente “porque puede”, la realidad es muy diferente: junto con su socio, Bobby Murphy, se obsesionaron con la idea de la comunicación instantánea, y llevaron a cabo hasta treinta y cuatro proyectos antes de, finalmente, dar con Snapchat. Como profesor de innovación y con veinticinco años de experiencia trabajando en una de las escuelas de negocios más reputada del mundo por su dedicación a la creación de empresas, he visto a muchos emprendedores fallar en un proyecto, replantearlo, insistir, hacer eso que llaman “pivotar” para tratar de reposicionarlo y tener éxito… he visto de todo. Pero treinta y cuatro veces, una detrás de otra, son muchas veces, definamos como definamos la palabra “intento”. Es una auténtica obsesión, casi patológica.
Así, es incluso comprensible que cuando finalmente empiezas a tener éxito, cuando convences a un venture capitalist para que te entregue $485.000 como capital semilla (y te lo entrega porque pregunta a su hija pequeña qué aplicaciones están pegando en su instituto, le habla de Instagram, Angry Birds y Snapchat, y eres la única que no le suena), veas llegar a Mark Zuckerberg con el talonario en la mano para hacerse con tu compañía por tres mil millones de dólares, y le digas que no. En ese momento, lo importante no es que aún no tengas modelo de negocio, ni los objetivos de facturación que tengas que alcanzar para merecer esa valoración, sino seguir desarrollando la idea que te obsesiona. De hecho, puedes rechazar mil millones más, y son ya cuatro mil, y no lo haces porque estés esperando una oferta mejor, sino porque estás convencido de que puedes poner en marcha la idea tú mismo, sin tener que venderla a otro para que triunfe.
Convertirte en el hazmerreír de todos los analistas por rechazar una oferta que te habría hecho ya no inmensamente rico, sino incluso generacionalmente rico no es importante: ahora, esos críticos escriben artículos en los que hablan de cómo la compañía vale cinco veces más. Ahora, Snapchat no solo tiene usuarios y crecimiento: es el medio en el que los jóvenes leen, comparten y comentan sus noticias, el que utilizan para enviarse dinero y repartirse la cuenta, en el que ven una publicidad que no les molesta, y espera ser muchas cosas más. Ya factura cincuenta millones de dólares, y está buscando un Chief Financial Officer.
Pero si la historia de Snapchat te parece inspiradora por lo que tiene de persistencia, espera a ver las reacciones del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, con respecto a la misma compañía: en efecto, convencido de que Snapchat representaba no simplemente una “idea feliz”, sino un auténtico fenómeno y tendencia a la hora de entender el concepto de privacidad en las generaciones más jóvenes, intentó comprarla con una oferta que muchos considerarían impresionante, una de esas “ofertas que no se pueden rechazar”.
Pero al encontrarse con el “no deal”, no se limitó a tomar sus cosas e irse de allí, sino que intentó copiar la idea desde Facebook, y lanzarla a toda su enorme base de usuarios. Tomó una función en desuso, el Poke, y lo convirtió en un auténtico clon de Snapchat, tan parecido que solo se diferenciaba en una cosa: los términos de servicio. Mark se implicó tanto en el desarrollo de Poke, que incluso se puso él mismo a programar algunas funciones de la aplicación, y terminó además grabando con su propia voz algunos de los mensajes de la interfaz.
Pero fue inútil, Tras encontrarse con una respuesta de Spiegel tan tópica como con estilo, dándole la bienvenida utilizando el mítico anuncio con el que Apple saludaba la entrada de IBM en el mundo del PC, el Poke de Facebook se la pegó. Fuese por los términos de servicio, por ser de Facebook o por las bondades de aquel con quien pretendía competir, Poke fue un desastre en términos de adopción. Un fracaso sin paliativos.
¿Qué hacer cuando intentas algo y te la pegas? Está claro: volver a intentarlo. Facebook lanzó Slingshot, una aplicación que de nuevo copiaba la mecánica de mensajes autodestructivos de Snapchat, que añadía una función más en modo teaser para incrementar la adopción (los mensajes se veían pixelados hasta que no instalabas la app e invitabas a amigos)… y que de nuevo, volvía a ser rechazada por el mercado. Una adopción ridícula, un último intento eliminando la única función que la diferenciaba de Snapchat, y finalmente, un nuevo fracaso.
Y así estamos: no con un fracaso, sino con dos, y en ambos casos, públicos y notorios. Claramente, competir con Snapchat es más complicado de lo que parece. ¿Que cabía esperar entonces? No, no digáis que no os lo esperabais: un tercer intento. Aún no tiene nombre comercial, se llama internamente Project Lightning, gira en torno a la comunicación en eventos en directo, y supone el tercer intento de la compañía de hacer sombra a Snapchat. Está claro: si no triunfas, sigue probando.
No sabemos si en esta ocasión, Facebook tendrá éxito, y tampoco podemos saber si se dispone, en caso de no tenerlo, a seguir intentándolo al menos hasta en treinta y cuatro ocasiones. Pero está más que claro: el éxito no lo regalan, hay que trabajárselo duro. Como en su momento dijo Edison: un 1% de inspiración, y un 99% de transpiración. E.Dans