La edición europea de Wired publica sus 2015 Wired 100,
la lista de las cien personas que consideran influyentes en el entorno
tecnológico en Europa, y no incluyen ni un solo español en ella. Ni uno.
No hay empleados españoles en multinacionales, ni españoles
expatriados, ningún emprendedor radicado en España, ni nada,
absolutamente nada que tenga que ver con nuestro país.
En las ediciones anteriores del ranking que he podido encontrar (2014, 2012, 2011, 2010), la situación, salvando excepciones muy puntuales como Martín Varsavsky, Zaryn Dentzel, Dídac Lee o Gonzalo Martín-Villa,
era prácticamente la misma: podemos dedicarnos a matar al mensajero,
hablar de que Wired no se fija en nuestro país, criticar este tipo de
rankings desde muchos puntos de vista o utilizar mil excusas más de
malos perdedores, pero esto es lo que hay: España no cuenta
absolutamente NADA en el escenario tecnológico europeo. No está en los
mapas.
Que
una revista tecnológica como Wired, con la tradición, la experiencia y
el prestigio que acumula, no sea capaz de encontrar ni un solo español
que situar en un ranking tecnológico debería parecernos, como país,
enormemente preocupante. Refleja no una, sino muchísimas carencias:
desprecio hacia lo innovador, falta de modelos emprendedores o
tecnológicos en los que mirarse, demonización absurda del triunfo
individual o del emprendimiento, visión absurdamente pudorosa del
enriquecimiento, falta de enfoque en el desarrollo de nuevas ideas,
desprecio a la ciencia y la tecnología, miedo a la disrupción, clara
tendencia a pensar en escala reducida, y por supuesto, carencias
clarísimas en la formación y la educación. Mientras en media Europa los
niños tienen asignaturas que ponen la computación en su lugar como
ciencia, y modifican metodologías y temarios para aprovechar la
tecnología como recurso educativo de primer nivel, en España seguimos
planteando una reforma tras otra que o bien ignoran completamente la
tecnología, o la tratan únicamente de manera tangencial.
En
una era en la que la tecnología tiene cada vez una importancia mayor,
en la que es la tecnología, por encima de otros factores como los
recursos naturales, la que define la riqueza, el protagonismo o la
pujanza económica de los países, España no solo no está, sino que ni
siquiera se la espera. Nuestro país, carente de una estrategia en este
tipo de cuestiones y dirigido por personas con visiones completamente
anticuadas en todo lo referente al papel de la tecnología, se encamina
hacia modelos que hipotecan no solo su futuro, sino también el de muchos
de sus ciudadanos, todos aquellos que no tengan la capacidad de mirar
más allá de sus fronteras.
La ausencia de españoles en el Wired 100 es tan solo un síntoma. El “que inventen ellos“, trágicamente actualizado al siglo XXI. El panorama no es triste: es directamente desolador. E.DansNi un solo