lunes, 17 de agosto de 2015

Amazon: descontextualizando culturas empresariales exitosas

Amazon and you're doneUn durísimo artículo en el New York Times, Inside Amazon: wrestling big ideas in a bruising workplace, en formato muy largo y resultado de tres meses de investigación, pinta un terrible retrato de la cultura empresarial y, sobre todo, de la gestión de las relaciones con los empleados en una de las empresas más representativas de lo que en un momento dado se dio en llamar “la nueva economía”, ahora convertida ya simplemente en “la economía”.
Una imagen de “compañía malvada” o de “compañía en la que probablemente no quieras trabajar” que contradice abiertamente la gran mayoría de las cosas que conozco a lo largo de muchos años de estudio. Una compañía que he estudiado, cuyos números he desmenuzado, en la que conozco a numerosos directivos y empleados, que he visitado, y en la que incluso he ocupado durante un rato el lugar de una operadora de empaquetado o de un empleado de almacén… y que sin duda me ha parecido un entorno duro, increíblemente analítico hasta el límite y con un fortísimo enfoque a la eficiencia por encima de todo, pero que es capaz de generar una cultura cuyos valores me parecen muy poco relacionados con la imagen que se pretende pintar. No soy el único que, al leer el artículo, ha tenido opiniones contrapuestas. Y también puedes leer la opinión de quienes trabajan en la compañía.
Las culturas empresariales están compuestas por dos elementos: uno es la doctrina que supuestamente se dicta desde su dirección, se escribe en los manuales internos y se reparte a los nuevos fichajes en el proceso de incorporación. Otro es el resultante de la interacción de esa doctrina con los propios empleados y su cultura, con lo que interiorizan de ella, con los ingredientes de la misma que deciden poner en uso y los que no, con los delicados matices que definen el contrato psicológico que todos firmamos con las compañías en las que trabajamos.
La lectura del artículo del New York Times deja un poso de “vendetta”, de ataque frontal contra una compañía cuyo fundador se convirtió en representante de “lo nuevo que se come a lo viejo” cuando decidióadquirir The Washington Post. Dos periodistas que llegan a una compañía, que consiguen los permisos adecuados – algo nada sencillo en un entorno como el de Amazon, caracterizado por un importante nivel de secretismo – y, simplemente, entran por la puerta con una idea predeterminada y se dedican a aplicar todos sus sesgos para reforzarla lo más posible. La cultura de Amazon puede ser muchas cosas, sin duda es un entorno duro y con muchísima presión, pero no responde al retrato que los periodistas del New York Times han querido pintar. Que la compañía ha podido en algunas ocasiones traspasar líneas rojas a la hora de definir cómo trabajan unos empleados de almacén – empleados que, no lo olvidemos, están en una gran parte destinados a ser sustituidos por robots más pronto o más tarde – es algo que ha sido comentado en numerosas ocasiones, pero que parece haber sido progresivamente corregido. Lo contrario, en primer lugar, no seria sostenible, y en segundo, habría resultado en una espiral de información adicional que, simplemente, no ha tenido lugar. En mi visita al almacén de la compañía hace algunos meses tuve ocasión de hablar con varios empleados, y el tono de los comentarios era muy claro: duro, sí, pero no más duro que otros almacenes en los que he trabajado, y sin ningún género de dudas, con un mayor enfoque en la persona.
En el caso de los directivos, el contraste es aún mayor: he dado clase y tenido conversaciones en confianza con personas que trabajan para la compañía, con otras que habían trabajado en ella anteriormente, con muchas que se morían de ganas de tener la oportunidad de trabajar en ella, y con algunas que, además, lo consiguieron posteriormente. No es una muestra escasa o que pueda considerarse no representativa. Y ninguno ha dado pistas de esos elementos de competencia descarnada, de denuncia del compañero o de necesidad de trabajar hasta altas horas so pena de estar mal visto en los que el artículo hace tanto hincapié. Sin duda, la compañía no es un balneario: es un entorno duro, competitivo y con un fortísimo enfoque a resultados. Es muy difícil construir la empresa que ha sido capaz de convertirse en prototipo del comercio electrónico y de revalorizar sus acciones algo más de un 30.000% desde su salida a bolsa en 1994 sin tener una mentalidad fuertemente agresiva. Pero pensar que todos esos trabajadores y ex-trabajadores con los que yo he tenido relación formaban parte de algún tipo de secta, estaban trastornados o que habían desarrollado hábitos sadomasoquistas es sencillamente absurdo.
Todas las culturas empresariales pueden ser descontextualizadas, malinterpretadas o tomadas como ejemplos generalizados de cuestiones que, en realidad, podían ser puntuales y no representativas. Y este artículo, para todos aquellos que en algún momento hemos tenido alguna relación con la compañía, parece un clarísimo ejemplo de ello. En mi relación con Amazon puedo ser muchas cosas, desde cliente satisfecho hasta académico estudioso que la utiliza habitualmente como caso y trata de documentarse lo mejor posible sobre sus prácticas, pero no tengo ninguna razón para defenderla de manera irracional. Simplemente, esos dos periodistas han pasado tres meses estudiando la compañía, pero la imagen que yo conozco en mucho más de tres meses de estudio documentado no coincide con la que ellos pretenden pintar. A partir de ahi, cada uno que piense lo que quiera pensar…

This article is also available in English in my Medium page, “Amazon and the NYT: when journalists try to shoot down a successful business“  E.Dans
 

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