Que
en el mundo actual existan los aranceles y las tasas aduaneras puede
entrar dentro de lo razonable, aunque sea discutible que se apliquen a
determinadas cuestiones. Que esos aranceles estuviesen ahí, y fuesen
algo inapelable podría tener una cierta argumentación, sea la que sea,
desde el punto de vista de política fiscal. Que alguien estableciese que
todo envío de comercio electrónico procedente de fuera de las fronteras
comunitarias estuviese sujeto a un arancel de un porcentaje determinado
y que previamente supieses qué cantidad adicional te iban a cobrar por
ello haría que te planteases la decisión de pedir el producto o no, con
todos los criterios a la vista.
Pero que el cobro de esos aranceles dependan únicamente de la
alineación de los astros en el cielo, que su cantidad sea tan arbitraria
como si estuviese calculada por un mono loco o que dependa del canal
utilizado para el envío es, sencillamente, una estupidez insostenible.
En los tiempos que corren, el cobro de aranceles no puede ser algo
completamente arbitrario que unas veces te toca y otras veces no, en
función de vete tú a saber qué criterios.
El envío de un reloj Pebble Steel
con un precio de $229 a través de DHL es detenido en la frontera, y DHL
me envía un mensaje en el que se me reclama el pago de 110€ en concepto
de “IVA, arancel y gestión aduanera”. Lo cual, obviamente, lleva a que
el envío sea rechazado y devuelto al remitente. Adquiero todo tipo de
productos a través de comercio electrónico, y esto solo ocurre en
contadas ocasiones, sujeto a una total y absoluta arbitrariedad.
Diga lo que diga la legislación correspondiente, esta situación es completamente absurda. Nadie, ni quien envía
ni quien recibe, parece saber si van a cobrar algo, en qué casos lo
cobran, de qué importe se trata, o de qué depende. Pero sobre todo:
nadie te dice “va a ser tanto” para que puedas tomar tu decisión. Lo
único que se puede hacer es pedir el objeto, arriesgarse, y si pasa,
bien, y si no pasa, lo devuelves. Es completamente estúpido, una
situación inaceptable, algo que es preciso corregir. O sí, o no. O se
pagan aranceles, o no se pagan. Pero eso de que “unas veces te toca
pagarlos y otras veces no”, en función del humor del funcionario de
turno, del volumen de envíos de ese día o de vete tú a saber qué
criterios imposibles de anticipar es sencillamente absurdo. Se siente
uno como si en la frontera hubiese unos salteadores de caminos que unas
veces te tocan y otras no, en función de algo que resulta imposible de
anticipar. Ese funcionamiento no soporta ninguna lógica.
Escribí sobre esto exactamente en los mismos términos en el año 2008.
No me había vuelto a pasar desde entonces. Es triste que una situación
tan sumamente absurda sea capaz de superar el paso del tiempo tan bien…E.Dans
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