Es una máxima de la gestión muchas veces ignorada: las
personas tienden a comportarse de acuerdo con la expresión de las expectativas
puestas en ellas.
Si tratas a tus trabajadores como si fueran niños pequeños, tenderán a
comportarse como niños pequeños. Hace unos días, mientras preparaba una clase
acerca de la operación de adquisición de WhatsApp por Facebook, quise acceder a
un artículo al respecto en Pando Daily, una página fiable
correspondiente a una publicación de reconocido prestigio en sus análisis del
mundo tecnológico.
Lo que me encontré fue esto:
Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se
negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con
las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error…
un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y
administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no
corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la
sesión.
Tras poner un correo para notificar el problema – que fue resuelto
favorablemente, eso sí, en cuestión de minutos – encontramos la explicación: la
lista de bloqueos no está mantenida por mi compañía, sino que proviene de una
compañía norteamericana especializada en proporcionar ese servicio. Compañía
que, por lo visto, cree que debe bloquear toda dirección que contenga la palabra
“Pando”, porque durante algunos años, ese era el nombre de una
aplicación de intercambio de archivos voluminosos que utilizaba el protocolo
P2P. Esa aplicación cerró sus servidores y su negocio en agosto de 2013. En
contraste, Pando Daily,
la publicación
sobre actualidad tecnológica, lleva funcionando desde enero de 2012, y
presuntamente, con su acceso bloqueado sin ningún tipo de sentido en todas las
compañías que utilicen los servicios de la empresa que gestiona esa lista de
bloqueo.
El procedimiento, el mismo que se utiliza en muchas empresas para cuestiones
como impedir el acceso a redes sociales o a otro tipo de recursos desde la red
corporativa, me lleva a pensar en el tipo de gestión que esas empresas plantean
de sus trabajadores: un sistema que si intentas acceder a un recurso donde
muchos tenemos información perfectamente relevante y a la que tiene sentido
acceder desde tu puesto de trabajo, hace algo así como darte una palmada en la
mano que sujeta el ratón al tiempo que te dice “¡a dónde crees que vas, chaval,
que te he pillado… deja de perder el tiempo y ponte inmediatamente a
trabajar!!”
Vamos a ver: las empresas, por lo general, no utilizan mano de obra infantil.
Las personas que trabajan en las empresas son adultas, y generalmente en buen
uso de sus facultades mentales. ¿No bastaría con una advertencia, con una
política razonablemente clara, bien formulada y que tuviera sentido? ¿No cabe
pensar que si accedo a mi Twitter en horas de trabajo puede ser porque cuando
veo un enlace interesante ahí, lo marco como favorito para poder acceder a él
más adelante? O simplemente, porque me apetece escribir un tweet, y no
por ello soy un sinvergüenza que se dedica a despilfarrar el tiempo y los
recursos de la compañía. ¿Tiene sentido, en plena era digital y de la
deslocalización, que sigamos comprando “tiempo de culo sentado en un asiento” en
lugar de factores como habilidad, inteligencia, sentido común, conocimientos o
criterio? ¿Realmente alguien cree que si retirase ese bloqueo de su
proxy, sus empleados pasarían automáticamente a utilizar la red
corporativa para descargarse películas y a pasar todo su tiempo de trabajo
leyendo chistes en el Facebook? Y si eso es lo que cree que ocurriría… ¿por qué
tiene empleados así? Y si efectivamente los tiene, ¿por qué no los pone de
patitas en la calle?
Controlar el uso de los recursos corporativos parece algo lógico y normal.
Que los trabajadores sepan que el uso de la red es razonablemente monitorizado
por el departamento de TI no resulta excesivo, siempre que no lo utilicemos para
establecer una suerte de “estado policial”, y permite además desarrollar
políticas centralizadas de seguridad – que, como siempre que hablamos de
seguridad, tendrían que tener su contrapunto adecuado en la usabilidad. De ahí a
pagar por acceder a listas de bloqueos creadas y mantenidas por compañías con
criterios rayanos en la paranoia y a gestionar a tus trabajadores como si fueran
niños pequeños, va una gran distancia. No solo no es lógico – si tus
trabajadores quieren perder el tiempo chateando en una red social, entrarán
desde el smartphone que llevan en el bolsillo – sino que acaba por
generar la actitud opuesta: si me tratas como a un niño, me comportaré como un
niño. E.Dans
Browse » Home