A través de un artículo en Fast Company, “A new label lets you know how much social justice is in your shopping“, llego a un tema que no conocía, el etiquetado Just:
un sistema de etiquetado voluntario que permite a las compañías
informar acerca de sus prácticas de negocio, en todo lo referente a ese
amplio concepto que denominamos justicia social y que
especifican en veintidós indicadores en seis categorías (diversidad,
equidad, seguridad, beneficios para los trabajadores, beneficios locales
y gestión responsable de recursos).
La idea me recuerda mucho a una iniciativa española de mi paisano y amigo Miguel Conde definida en su ensayo infográfico “Knowcosters: cuando el low cost es el mal“,
en la que propone consumir con libertad, pero “votando con nuestro
bolsillo” para poder hacerlo no únicamente en función del precio, sino
también introduciendo en la consideración factores como el coste para el
estado del bienestar y el coste planeta. Su propuesta de triple etiquetado
es sensiblemente más sencilla y menos granular, pero sigue, en mi
opinión, el mismo principio: dar a la empresa medios para comunicar
junto con su oferta de productos, sus posiciones en todo lo relacionado
con la responsabilidad social corporativa.
La responsabilidad social corporativa
está pasando de ser un factor cuasi-estético y destinado a figurar en
la memoria corporativa, a ser un factor cada vez más exigido y exigible,
que va permeando progresivamente aspectos relacionados con el consumo
responsable, al tiempo que se desarrollan factores para auditar de
manera consistente las prácticas que la empresa afirma tener.
En este último factor, el del control y la responsabilidad sobre las afirmaciones de las compañías, tiene a mi entender muchísimo que ver todo el desarrollo de la web social,
que otorga voz a todo aquel que pueda estar en situación de convertirse
en testigo del cumplimiento o incumplimiento de esas prácticas
corporativas, al tiempo que ofrece un foro de debate para verificar las
posibles denuncias, siguiendo esa adaptación del viejo aforismo que
afirma que “las mentiras, en la red, tienen las patas cortas”.
Contrariamente a lo que ocurría en la época de la comunicación
unidireccional, difícilmente puede una empresa que afirme seguir
determinadas prácticas de responsabilidad social corporativa resistir
una oleada de denuncias o de datos aportados en sentido contrario. La
web social se convierte, así, en el testigo de unas afirmaciones que, en
ausencia de control, podrían convertirse simplemente en insustanciales
declaraciones de intenciones, siguiendo en el ámbito corporativo un
modelo muy parecido al que juegan cada vez más los whistleblowers en la escena política.
Por el momento, este tipo de iniciativas de etiquetado están
consiguiendo generar atención hacia un debate muy necesario. Seguramente
tardarán algún tiempo en tener suficiente tracción como para
considerarse representativas y que empecemos a verlas sobre los
productos que compramos. Pero sin duda, la tendencia ya está ahí.
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