Lo vi primero sugerido en un tweet de Martín Varsavsky, y me ha parecido interesante desarrollarlo más allá de los ciento cuarenta caracteres: el 12 de enero del año 2010, Google anunció un replanteamiento de sus relaciones con China, derivado de una serie de ataques presuntamente llevados a cabo por equipos de hackers relacionados con el gobierno del gigante asiático.
Como resultado de este replanteamiento, Google se negó a seguir cumpliendo con los requerimientos de censura china, y anunció el cese de sus actividades y el cierre de sus oficinas en China.
Un floreciente mercado de indudable potencial económico en el que
Google había superado ya el 30% de penetración, con unos demográficos
que se identificaban con el segmento de público más experto en el uso de
la red, y con un estado de opinión generalizada que afirmaba que a
pesar de la obligatoria censura por la que el motor de búsqueda tenía
que pasar para operar en el país, su presencia era muy positiva de cara a
un esperado futuro con más libertades y apertura.
Repetimos el planteamiento: Google se fue de China tras algunos
ataques aislados, de procedencia posiblemente atribuible al gobierno
chino, que presuntamente intentaban conseguir información sobre algunas
docenas de activistas pro-derechos humanos en China. Ahora, tras las revelaciones publicadas el pasado 30 de octubre en el Washington Post,
sabemos fehacientemente que el gobierno de los Estados Unidos penetró
la red de comunicaciones de los centros de datos de Google en todo el
mundo, y recolectó información a su voluntad de cientos de miles de
cuentas, entre ellas las de muchos ciudadanos norteamericanos. No, no
hablamos de una sospecha, sino de una evidencia directa y plasmada en la
documentación de la propia agencia gubernamental.
Sí, algunos en Google parece ser que “se han enfadado mucho” con la noticia.
¿Y? ¿Consecuencias? ¿No sería el momento de que la empresa, siendo
consecuente con sus actuaciones anteriores en China, empezase a estudiar
a qué países puede desplazar sus oficinas centrales con el fin de
obtener un entorno de operación más seguro, en el seno del cual pueda
realmente garantizar los derechos de sus usuarios, en el contexto de un
marco legal adecuado? ¿Nos damos cuenta de que estamos hablando de que,
en virtud de lo que la NSA es capaz de leer en los correos de un usuario
de Google, ese usuario puede ser perseguido o detenido, se pueden
condicionar sus operaciones con empresas estadounidenses, o se le puede
denegar la entrada en el país, por citar algunas posibilidades que ya
han ocurrido hasta el momento? No, no hablamos de “ensayos”, de
“pruebas” o de “juegos probabilísticos”… hablamos de sistemas reales que
generan consecuencias reales en personas reales, cuyas comunicaciones
no solo son interceptadas, sino sometidas a un juego interpretativo por
parte de algunas de las personas más paranoicas del mundo, que
desconociendo todo tipo de matices de contexto, idiomáticos, de ironía o
de opinión, deciden poner a alguien en una lista determinada.
¿Vale realmente la pena poner a tus usuarios en esa tesitura? ¿Es suficiente con seguir haciendo lobby para regular la cibervigilancia, o en realidad ese lobby es simplemente una forma de aparentar una conciencia tranquila cuando todos sabemos positivamente que las acciones del Senado van precisamente en la dirección contraria?
Browse » Home