Allan
B. Weiss, juez del Tribunal Supremo de Queens en Nueva York, ha
otorgado una de las más sonoras victorias para Uber y otras appsde transporte de pasajeros al decretar que la actividad de estas compañías no infringe absolutamente ninguna ley. Las compañías habían sido llevadas a juicio por una serie de cooperativas de crédito que invertían en préstamos para licencias de taxi, y que pretendían que este tipo de apps fuesen consideradas competencia desleal.
El
juez desestimó completamente las alegaciones de “catastrófica
destrucción ilegal de una industria ante la mirada impasible de las
autoridades”, e incluyó algunas frases en su sentencia que son dignas
de un entrecomillado:
“Any expectation that the medallion would function as a shield against the rapid technological advances of the modern world would not have been reasonable (…) In this day and age, even with public utilities, investors must always be wary of new forms of competition arising from technological developments (…) It is not the court’s function to adjust the competing political and economic interests disturbed by the introduction of Uber-type apps.”
“Cualquier expectativa de que la licencia funcionase como un escudo contra los rápidos avances tecnológicos del mundo moderno no habría sido razonable (…) En nuestros días, incluso aunque hablemos de servicios públicos, los inversores deben siempre estar alerta frente a la aparición de nuevas formas de competencia derivadas del avance de la tecnología (…) No es función de los tribunales ajustar los intereses competitivos políticos y económicos puestos en jaque por la introducción de aplicaciones como Uber”.
Toda
una clase sobre como entender la disrupción tecnológica, y sobre todo,
toda una demostración de sentido común. Si en su momento pagaste o
prestaste dinero para que alguien pagase una cantidad completamente
absurda para supuestamente ser uno de los pocos que podía llevar a cabo
una actividad, y la tecnología ha permitido que surjan nuevas maneras de
llevar a cabo esa actividad – en condiciones, además, más ventajosas
que el mercado tiende, en todos los países del mundo, a preferir – no es
papel de los tribunales dedicarse a proteger tu inversión.
En
su momento, en un escenario tecnológico determinado, pudo tener sentido
regular una actividad mediante licencias restrictivas. En el escenario
actual, gracias a la disponibilidad ubicua de terminales en los bolsos y
bolsillos de los usuarios que permiten acceder a plataformas
que ajustan adecuadamente oferta y demanda, ya no lo
tiene. Sencillamente, porque los intereses financieros de algunos no
están por encima del derecho de los consumidores a elegir los medios a
través de los cuales desean ser transportados. No se puede negar al
público un servicio sobre el que ha manifestado claras preferencias y
que carece de efectos perniciosos demostrables con respecto a otras
alternativas, simplemente en base al razonamiento de que la inversión de
unos pocos se deprecia por ello. Que a algunos les guste, les interese o
les convenga que las cosas nunca cambien no quiere decir que las cosas
no deban cambiar.