África es un continente que me resulta fascinante. Enorme, rico en recursos, sometido históricamente a
una gestión desastrosa y rapaz que lo ha llevado a convertirse en una
de las zonas más empobrecidas del planeta, y por supuesto, dotado de una
diversidad brutal.
Como
profesor en IE Business School, he podido ver cómo el número de
estudiantes procedente de países de la zona se ha ido incrementando al
pasar los años: Sudáfrica primero, Marruecos, Túnez y Egipto después, y
últimamente, Kenya y, sobre todo, Nigeria. Este año he tenido en mis
clases ocho estudiantes procedentes de Nigeria, lo que permite su buena
dosis de conversación sobre el entorno de su país de origen, el
desarrollo de la tecnología y de la industria relacionada, la oferta de
conectividad o la calidad de la enseñanza universitaria. Como profesor,
procuro entender el tipo de dinámica de clase al que mis alumnos vienen
acostumbrados: dado mi estilo de comunicación, no es lo mismo
interactuar en clase con un español que hacerlo con un japonés o un
norteamericano, y es bueno saberlo de cara a entender sus reacciones y
condicionantes.
En
el caso de Nigeria, me he encontrado con bastantes estudiantes que me
hablaban este año de cómo las universidades estaban empezando lentamente
a cambiar para pasar de dinámicas fundamentalmente unidireccionales, a
otras más modernas y más basadas en la interacción, y cómo había surgido
toda una nueva generación que estaba empujando particularmente esa
dinámica. Mis estudiantes de este año eran un vivo reflejo de ello:
participativos, brillantes, interesadísimos en todo lo relacionado con
internet y la innovación… para un profesor que no había tenido contacto
previo con su país, toda una fuente de aprendizaje.
Ayer me encontré un artículo que ofrecía algunas cifras sobre el despegue de la inversión en capital riesgo en países africanos,
y me resultó muy interesante: un total de unos veintisiete millones de
dólares que, aunque obviamente sigue resultando muy poco en comparación
con otras zonas (en España, en el año 2014, superó los tres mil millones
de euros), supone doblar la inversión del año pasado, además obviamente
de un récord histórico. Algunos fondos de inversión están comenzando a
fijarse en países que, a pesar de tener en casi todos los casos pasados o
presentes muy complicados, disfrutan ya de períodos sostenidos de
relativa estabilidad, han llevado a cabo procesos de leapfrogging tecnológico en cuestiones como las infraestructuras de telecomunicaciones o financieras (ese caso M-Pesa que
siempre sale en todas las conversaciones), y han alcanzado porcentajes
de población conectada y una creciente clase media que permite ya pensar
en un posible desarrollo viable de su industria. Se estima que el 19% de los habitantes del continente están conectados a Internet,
con Marruecos liderando con un 56%, seguido de Egipto y Sudáfrica
(49%), Túnez (44%), Kenya (39%), Cabo Verde (37,5%) y Nigeria (37%).
Desarrollos aún relativamente incipientes, muy relacionados con entornos
urbanos sobre todo en banda ancha, con una calidad todavía heterogénea,
pero que llevan a muchos a imaginar posibles vías de generación de
valor asociadas a su entorno.
Muchísima
heterogeneidad, aún bastantes dificultades, pero posiblemente tiempo de
ir abandonando muchos de los tópicos que asociamos a la región, y
particularmente a algunos países. En esa fase es cuando se definen las
oportunidades. E históricamente, ese continente las merece. E.Dans