miércoles, 30 de octubre de 2013

El permanente reto de la duración de la batería


IMAGE: Kheng Guan Toh - 123RF
Hace ya bastantes años que la electrónica de consumo se convirtió en una industria de primera magnitud. Con el avance de la portabilidad, la duración de las baterías se convirtió en uno de los grandes retos a superar: la batería es con mucho el componente que más espacio ocupa en cualquier móvil o tablet, y aún así, seguimos encontrándonos en muchas ocasiones con un dispositivo que no nos aguanta un día completo o que nos deja tirados en algún momento especialmente inoportuno.
Con la miniaturización de dispositivos, como en el caso del smartwatch, la duración de la batería vuelve a representar un reto fundamental: la acumulación de capacidad de proceso y de funciones exigidas a este tipo de gadgets genera una fuerte presión sobre el consumo de batería , lo que, unida al cambio conceptual que supone pensar en el reloj como algo que haya que recargar todas las noches o que nos deje tirados en cualquier momento, provoca desafíos difíciles de superar. Frente a la simplicidad del primer smartwatch relativamente exitoso, el Pebble, dotado de una pantalla de e-paper con una discreta retroiluminación que se activa al dar una sacudida a la muñeca y cuya carga puede durar tranquilamente entre cinco y siete días, dispositivos como el Samsung Galaxy Gear, dotados de brillantes pantallas a color, cámara e infinidad de funciones parecen estar obteniendo críticas generalmente malas y protagonizando cifras de devoluciones en el canal superiores al 30%. En el caso del próximo smartwatch de Google, la reducción del consumo de batería ha sido citado como uno de los factores que han demandado un trabajo más intenso.
Con la tecnología del ion de litio ya presuntamente exprimida hasta el limite, y a la espera de desarrollos como los supercondensadores, mi opinión es que la solución podría venir de ideas como las que se apuntan en otro ámbito: la automoción. Uno de los grandes desarrollos protagonizados por esa empresa revolucionaria dentro de la industria llamada Tesla ha sido el de las swappable batteries, baterías intercambiables: básicamente, dar la opción a sus usuarios de, al llegar a cualquiera de las estaciones de servicio de su red propia, poder hacer una carga completa de batería de forma gratuita en setenta y cinco minutos (o de treinta minutos para una autonomía de doscientos kilómetros) mientras se detienen a tomar algo y a descansar, o bien hacer un cambio de batería que se lleva a cabo en poco más de un minuto y supone un coste adicional.
La idea del cambio de batería es algo que llevo poniendo en práctica con mis teléfonos desde hace muchísimo tiempo: desde hace varios años, tiendo a rechazar más allá de la prueba circunstancial aquellos terminales en los que no se puede cambiar la batería. Con cada terminal que pienso utilizar un cierto tiempo, adquiero una o dos baterías adicionales (y a veces incluso una base de recarga), y llevo a cabo una rutina que me permite llevar habitualmente encima una batería extra completamente cargada. Llegada “esa hora del día”, simplemente abro el teléfono y la cambio. Sin embargo, la felicidad no es completa: un cambio de batería exige apagar el terminal completamente y volver a encenderlo, algo que da una cierta pereza y que podría evitarse mediante una pequeña batería interna que aguantase unos pocos minutos.
La pregunta es: ¿por qué no adoptar esta idea de las baterías intercambiables mediante modificaciones en el diseño de los terminales que hiciesen tan sencilla la operación como un “levantar una tapa y empujar la batería agotada con la nueva”, al tiempo que esa batería interna mantiene el teléfono en operación? Un cambio de enfoque similar al adoptado por Tesla en sus automóviles, que podría representar una comodidad opcional para aquellos que consideran que su dependencia del dispositivo hace poco recomendable prescindir de él cuando el día se hace largo, o que sencillamente simplificaría la tarea de carga no obligando a depender de un cargador y de la disponibilidad de suministro eléctrico.
A medida que la electrónica de consumo y la portabilidad se convierten en circunstancias de nuestro día a día, la duración de las baterías se torna en uno de los factores más limitantes a su desarrollo. Frente a terminales cerrados y con baterías inaccesibles, ¿podría la idea del battery swap convertirse en una tendencia a seguir?
 

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