No
tengo más relación con Fon que la que me da el hecho de ser amigo de su
fundador y que de vez en cuando me envíen sus novedades para probarlas,
pero me ha gustado mucho su última fonera, la nueva iteración de su router
inalámbrico: pequeñísima, de configuración extremadamente simple,
desbloqueada para que pueda actuar como punto repetidor o como se
quiera… y con una novedad que en principio no me llamó la atención, pero
que me va gustando más cuanto más la pruebo: integración con Facebook.
¿Qué es eso de integrar un router con Facebook? Algo que de
entrada me pareció poco más que una frivolidad, pero que tiene realmente
mucho sentido: que puedas autenticarte en la red con tu cuenta de
Facebook, y que, por tanto, puedas dar acceso a tu WiFi a partir de ahí a
cualquier invitado que venga a tu casa, con que simplemente sea tu
amigo en Facebook. Simplemente tiene que hacer login en tu fonera con su
cuenta de Facebook.
La evolución de Facebook ha ido, lógicamente, experimentado una
progresiva madurez: desde unos inicios, relativamente habituales en las
primeras redes sociales, caracterizados por usuarios que prácticamente
“competían” absurdamente por tener más amigos y los buscaban hasta
debajo de las piedras y entre los recuerdos de su más tierna infancia (y
no, aquella ex-pareja de tu juventud nunca está como tú la recordabas…
ni tú tampoco :-) , hacia un modelo en el que lo típico es llevar a cabo
un progresivo proceso de “poda” de tu red de contactos, excluyendo a
aquellos que no son realmente amigos, y aplicando criterios cada vez más
selectivos. En mi caso, al menos, me parece perfectamente adecuado
pensar que si estás como amigo en mi perfil de Facebook, puedas pasarte
por mi casa a tomar algo con cierta probabilidad, y si lo haces, puedas
disfrutar de mi WiFi. Decididamente, una integración con sentido y un
buen aporte de la capa social a algo como la conectividad, que requería
compartir contraseñas escogidas con un mínimo de seguridad (y por tanto,
relativamente farragosas a poco que sepas del tema, además de dar
acceso posiblemente, a pocas habilidades que tengan tus invitados, a más
recursos que la mera conectividad) o bien dedicarse a experimentar con
la configuración del router para ofrecer una red de invitados, como la que ofrece la configuración por defecto de los Airport Extreme de Apple.
Pero más allá del producto de Fon, lo interesante es la reflexión a
la que da lugar: vivimos en un mundo en el que las normas de cortesía
han evolucionado hasta un punto en que lo hospitalario con un invitado,
además de ofrecerle un café, es poner conectividad a su disposición. La
conectividad ha pasado a ocupar un nivel progresivamente más importante
en nuestra jerarquía de necesidades, en un fenómeno que seguramente
haría reflexionar al mismísimo Maslow sobre su pirámide.
En una empresa, una red abierta y bien etiquetada para invitados es
como una sala de espera cómoda, y es valorada infinitamente mejor por
muchos invitados que el típico taco de revistas o la prensa del día –
que normalmente languidecen mientras el invitado aprovecha la espera
para enterarse de la actualidad con su smartphone. Ofrecer
conectividad se ha convertido en un detalle de hospitalidad, en una
norma social de aceptación cada vez más generalizada, en algo que los
amigos – que directamente asumen que vas a tener WiFi – reclaman cuando
llegan a tu casa, y que diferencia a los habituales – los que ya tienen
la clave de tu WiFi memorizada – de aquellos que no lo son. Que sí, que
todos tenemos conectividad en nuestros terminales sin necesidad de WiFi…
pero no es lo mismo.
Vivimos vidas hiperconectadas, y queremos tener buena conexión hasta
cuando estamos en casa de unos amigos, aunque ello no quiera decir que
vas a estar como un autista consultando tu terminal en vez de hablar con
ellos. Una curiosa y natural integración de la tecnología en las
normas, usos y costumbres sociales, y sin duda una evidencia más del
papel que el acceso a la información ha pasado a jugar en nuestras
vidas.
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