viernes, 25 de octubre de 2013

La conectividad como norma de interacción social

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FoneraNo tengo más relación con Fon que la que me da el hecho de ser amigo de su fundador y que de vez en cuando me envíen sus novedades para probarlas, pero me ha gustado mucho su última fonera, la nueva iteración de su router inalámbrico: pequeñísima, de configuración extremadamente simple, desbloqueada para que pueda actuar como punto repetidor o como se quiera… y con una novedad que en principio no me llamó la atención, pero que me va gustando más cuanto más la pruebo: integración con Facebook.
¿Qué es eso de integrar un router con Facebook? Algo que de entrada me pareció poco más que una frivolidad, pero que tiene realmente mucho sentido: que puedas autenticarte en la red con tu cuenta de Facebook, y que, por tanto, puedas dar acceso a tu WiFi a partir de ahí a cualquier invitado que venga a tu casa, con que simplemente sea tu amigo en Facebook. Simplemente tiene que hacer login en tu fonera con su cuenta de Facebook.
La evolución de Facebook ha ido, lógicamente, experimentado una progresiva madurez: desde unos inicios, relativamente habituales en las primeras redes sociales, caracterizados por usuarios que prácticamente “competían” absurdamente por tener más amigos y los buscaban hasta debajo de las piedras y entre los recuerdos de su más tierna infancia (y no, aquella ex-pareja de tu juventud nunca está como tú la recordabas… ni tú tampoco :-) , hacia un modelo en el que lo típico es llevar a cabo un progresivo proceso de “poda” de tu red de contactos, excluyendo a aquellos que no son realmente amigos, y aplicando criterios cada vez más selectivos. En mi caso, al menos, me parece perfectamente adecuado pensar que si estás como amigo en mi perfil de Facebook, puedas pasarte por mi casa a tomar algo con cierta probabilidad, y si lo haces, puedas disfrutar de mi WiFi. Decididamente, una integración con sentido y un buen aporte de la capa social a algo como la conectividad, que requería compartir contraseñas escogidas con un mínimo de seguridad (y por tanto, relativamente farragosas a poco que sepas del tema, además de dar acceso posiblemente, a pocas habilidades que tengan tus invitados, a más recursos que la mera conectividad) o bien dedicarse a experimentar con la configuración del router para ofrecer una red de invitados, como la que ofrece la configuración por defecto de los Airport Extreme de Apple.
Pero más allá del producto de Fon, lo interesante es la reflexión a la que da lugar: vivimos en un mundo en el que las normas de cortesía han evolucionado hasta un punto en que lo hospitalario con un invitado, además de ofrecerle un café, es poner conectividad a su disposición. La conectividad ha pasado a ocupar un nivel progresivamente más importante en nuestra jerarquía de necesidades, en un fenómeno que seguramente haría reflexionar al mismísimo Maslow sobre su pirámide. En una empresa, una red abierta y bien etiquetada para invitados es como una sala de espera cómoda, y es valorada infinitamente mejor por muchos invitados que el típico taco de revistas o la prensa del día – que normalmente languidecen mientras el invitado aprovecha la espera para enterarse de la actualidad con su smartphone. Ofrecer conectividad se ha convertido en un detalle de hospitalidad, en una norma social de aceptación cada vez más generalizada, en algo que los amigos – que directamente asumen que vas a tener WiFi – reclaman cuando llegan a tu casa, y que diferencia a los habituales – los que ya tienen la clave de tu WiFi memorizada – de aquellos que no lo son. Que sí, que todos tenemos conectividad en nuestros terminales sin necesidad de WiFi… pero no es lo mismo.
Vivimos vidas hiperconectadas, y queremos tener buena conexión hasta cuando estamos en casa de unos amigos, aunque ello no quiera decir que vas a estar como un autista consultando tu terminal en vez de hablar con ellos. Una curiosa y natural integración de la tecnología en las normas, usos y costumbres sociales, y sin duda una evidencia más del papel que el acceso a la información ha pasado a jugar en nuestras vidas.
 

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