jueves, 17 de julio de 2014

Más sobre decisiones judiciales estúpidas: la blogger francesa multada por criticar un restaurante

IMAGE: Rainer Junker - 123RFUn tribunal francés castiga con una multa y condena en costas a la autora de una página web por escribir una crítica mala sobre un restaurante, que según su propietario, dio lugar a un perjuicio económico. El artículo, “L’endroit à éviter au Cap-Ferret: Il Giardino” (“El sitio a evitar en Cap-Ferret: Il Giardino”), ahora disponible en Internet Archive, es un artículo de opinión completamente normal escrito en clave de humor por una persona que había acudido al restaurante, sin que conste ni haya podido ser demostrada ninguna intención oculta o intento de difamación de ningún tipo. Simplemente, una persona va a un restaurante, no le gusta, lo cuenta en su página… y un juez le impone una multa de 1500 euros y 1360 euros en costas por ello.
El restaurante alegó que la crítica posicionaba muy bien en Google al buscar información sobre el establecimiento, y que eso provocaba un descenso de su cifra de negocio y que algunos clientes afirmasen al llegar al local que habían estado a punto de no ir tras encontrarse con la crítica.
¿Quiere esto decir que tienes que tener cuidado con lo que escribes y que las críticas pueden llevarte a afrontar un juicio? No, quiere decir que algunos, empezando por ciertos jueces, todavía no tienen nada claro lo que supone el hecho de que cualquiera pueda publicar su opinión. Resulta obvio y patente que una decisión así es errónea y debe ser revertida en una instancia superior: es imposible plantear una sociedad en la que se castigue el que alguien tenga una mala opinión de algo y lo publique, como es igualmente absurdo que se pueda criticar algo, pero que te castiguen si indexa bien. Sencillamente, no tiene sentido. La difamación es una cosa, el no poder exponer una opinión y el pretender atemorizar o castigar a quien la expone es otra muy diferente. La justicia no está para eso. Como bien dice la autora de la página, criticar no tiene ningún sentido si la crítica tiene que ser forzosamente positiva.
Los efectos secundarios son igualmente absurdos: ahora, el restaurante tiene infinidad de malas críticas en redes sociales, presumiblemente muchas de ellas escritas por personas que jamás han llegado a poner un pie en él, pero que pretenden provocarle un perjuicio a modo de protesta contra su posición. Como en todos estos casos, el supuesto “remedio” termina por hacer bastante más daño que el hecho en sí, de nuevo una prueba de que la decisión tomada fue absurda.
De nuevo, se juntan varios elementos complejos: por un lado, todos tenemos miedo a la crítica y deseamos contar con elementos que permitan evitarla o desincentivarla. Muchos vivían más cómodos en un mundo en el que las críticas venían únicamente de los sospechosos habituales, y sabían en cierto sentido gestionarlas. Por otro, todos, al ser criticados, pretenden que la crítica contiene elementos falsos, malintencionados, o incluso se inventan auténticas teorías de la conspiración que pueden llegar incluso a pretender exponer delante de un juez. Y por último, aún hay jueces incapaces de eliminar de su juicio las decisiones que tratan internet como un lugar distinto, una especie de “realidad paralela” sometida a normas necesariamente diferentes. La misma crítica escrita en un periódico de tirada nacional no habría generado ningún tipo de confusión. La misma crítica hecha en la barra de un bar ante unos cuantos amigos, tampoco. Pero escrita en una página personal e indexada por Google… eso, por alguna razón, cambia las cosas.
No, decisiones como esta no implican que debamos tener cuidado con lo que decimos en internet, más allá del sentido común que supone evitar calumnias, injurias, libelos o difamación – delitos todos ellos que llevan muchos años definidos. No tienes que contratar a un abogado para poder hablar de un bar, de un restaurante o de otra persona. Si eres un negocio, no debes ir corriendo a contárselo a un juez si te critican. Lo que decisiones como esta quieren decir, precisamente, es que tenemos que seguir ejerciendo nuestras libertades en la red, hasta que el sentido común y la práctica jurídica se asienten en torno a los elementos lógicos de la realidad y del momento en que vivimos. Aunque en el camino, algunos tengan – o tengamos – que pagar por ello.  E.Dans
 

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