Las empresas intentan frenéticamente encontrar EL SISTEMA que hará más eficiente a la organización, pero dejan de lado un factor clave: la gerencia.
El problema no está en los sistemas que se adquieren sino en la gestión de los mismos.
Ante la dinámica y agresividad de los mercados, las empresas buscan contar con herramientas, metodologías y sistemas que les permitan hacer eficientes sus procesos internos y satisfacer las necesidades de sus clientes, sin embargo, con demasiada frecuencia los resultados de su implantación, no son los esperados.
Al hacer el análisis de las causas, en la mayoría de los casos encontramos una constante: en el proceso de implantación se toma como dado el hecho de que las personas llevarán a cabo los cambios que se necesitan para que los sistemas funcionen.
Pero debido la abundante oferta de propuestas de solución que existen en el mercado, con frecuencia las empresas realizan múltiples intentos para encontrar “EL SISTEMA” que logrará hacer más eficiente a la organización; y en este proceso se invierte una gran cantidad de recursos: tiempo de análisis, presentaciones, pruebas, negociaciones… Sin embargo, una vez instalados, los sistemas aparentemente no cumplen con las expectativas iniciales.
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Ante esa situacion, se tiende a tomar la decisión equivocada: buscar un nuevo sistema que, ahora sí, resuelva los problemas.
La realidad es que, en mayor o menor medida los sistemas y herramientas a que las empresas tienen acceso hoy en día son las mismas que se utilizan en cualquier parte del mundo y muchas de ellas tienen un éxito más que comprobado, lo que hace la diferencia entre el éxito o fracaso de los mismos es el proceso de implantación y el manejo del proceso de cambio en la empresa.
Por desgracia, en nuestro país, es frecuente encontrarse con los casos ya mencionados. Organizaciones que, en su momento, han desembolsado cantidades importantes de dinero para adquirir programas u otro tipo de herramientas y que, cuando uno pregunta por su funcionalidad resulta que esta es limitada y que dichos sistemas son subutilizados.
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Uno de los errores fundamentales al momento de adquirir una nueva metodología, es suponer que la misma sustituirá procesos que son esencialmente gerenciales, así, cuando se decide la implantación de un esquema de incentivos, se pretende que por sí mismo promueva la eficiencia o los mejores resultados, olvidando que, para que esto suceda, es necesario realizar la tarea gerencial:
• Diagnosticar el entorno para definir si es el mejor momento para establecerlo.• Involucrar a distintas partes en su desarrollo. • Desarrollar los materiales de apoyo para su comprensión.• Planear la forma en que se comunicará.
Todo esto no forma parte en sí mismo del sistema, pero de ello depende su éxito.
El problema no está en los sistemas que se adquieren, sino en la gestión de los mismos; los responsables de llevar a cabo el proceso de implantación, deben entender que hasta ahora (por fortuna) los sistemas no pueden reemplazar la capacidad gerencial. Igualmente, los gerentes deben entender que los sistemas se adquieren para facilitar o agilizar procesos no para sustituir la gestión.
Al hacer el análisis de las causas, en la mayoría de los casos encontramos una constante: en el proceso de implantación se toma como dado el hecho de que las personas llevarán a cabo los cambios que se necesitan para que los sistemas funcionen.
Pero debido la abundante oferta de propuestas de solución que existen en el mercado, con frecuencia las empresas realizan múltiples intentos para encontrar “EL SISTEMA” que logrará hacer más eficiente a la organización; y en este proceso se invierte una gran cantidad de recursos: tiempo de análisis, presentaciones, pruebas, negociaciones… Sin embargo, una vez instalados, los sistemas aparentemente no cumplen con las expectativas iniciales.
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Por desgracia, en nuestro país, es frecuente encontrarse con los casos ya mencionados. Organizaciones que, en su momento, han desembolsado cantidades importantes de dinero para adquirir programas u otro tipo de herramientas y que, cuando uno pregunta por su funcionalidad resulta que esta es limitada y que dichos sistemas son subutilizados.
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Uno de los errores fundamentales al momento de adquirir una nueva metodología, es suponer que la misma sustituirá procesos que son esencialmente gerenciales, así, cuando se decide la implantación de un esquema de incentivos, se pretende que por sí mismo promueva la eficiencia o los mejores resultados, olvidando que, para que esto suceda, es necesario realizar la tarea gerencial:
• Diagnosticar el entorno para definir si es el mejor momento para establecerlo.• Involucrar a distintas partes en su desarrollo. • Desarrollar los materiales de apoyo para su comprensión.• Planear la forma en que se comunicará.
Todo esto no forma parte en sí mismo del sistema, pero de ello depende su éxito.
El problema no está en los sistemas que se adquieren, sino en la gestión de los mismos; los responsables de llevar a cabo el proceso de implantación, deben entender que hasta ahora (por fortuna) los sistemas no pueden reemplazar la capacidad gerencial. Igualmente, los gerentes deben entender que los sistemas se adquieren para facilitar o agilizar procesos no para sustituir la gestión.