Estonia
es, con una población de 1.3 millones de habitantes, uno de los estados
más pequeños de la Unión Europea. Es un país muy desarrollado, con la
renta per cápita más elevada de todas las antiguas repúblicas
soviéticas, con una puntuación elevada y creciente en el Human Development Index, y muy bien valorada en términos de libertades civiles, libertad de prensa, libertad económica y educación.
Además, es uno de los países considerados como más conectados de
Europa, y uno de los líderes mundiales destacados en el desarrollo del
gobierno transparente y la e-democracia. En el período 2000 a
2004, el gobierno estonio consideró estratégico invertir en el
desarrollo del uso de la red, y organizó una iniciativa de formación de
adultos financiada por el sector privado a nivel nacional que logró
educar a más de cien mil personas, un 10% de la población, con ratios de
uso sostenido de internet tras el curso de más del 70%. Todos los
centros de enseñanza de Estonia están conectados a internet, y los
estudiantes pueden ver sus notas, asistencia, acceder el contenido de
las clases y a tareas para casa, o a las evaluaciones finales de los
profesores acerca de su trabajo. Desde agosto de 2000, las reuniones del
gabinete ejecutivo tienen lugar en sesiones sin documentos en papel,
utilizando un sistema de bases de datos conectadas por la red, y también
se puede acceder por internet y en tiempo real a la descripción de los
gastos efectuados por el Estado. El sistema de voto electrónico basado
en el documento de identidad electrónico, que el año de su inauguración, en 2005, atrajo a un 1.9% de los votantes, fue utilizado en las pasadas elecciones parlamentarias de 2011 por un 25% de la población.
¿El último paso? Despejar toda posible duda y ayudar a mejorar el sistema. Y para este fin, no hay nada como abrir el código. Desde hace dos días, la totalidad del código del servidor de la aplicación utilizada para administrar el voto electrónico está disponible en GitHub
(no así el lado cliente, para evitar dar demasiadas facilidades a la
posibilidad de crear falsos clientes). Mediante la publicación del
código, el gobierno de Estonia espera que cualquier programador pueda
ponerlo a prueba, detectar posibles problemas, vulnerabilidades o fallos
de seguridad, y sobre todo, probar la total transparencia del proceso
(un sistema de auditoría garantizará que el software utilizado en las
elecciones coincide con el disponible en el repositorio). Un caso claro
de seguridad a través de la transparencia, no de la oscuridad. El caso
contrario a lo sucedido con las máquinas Diebold utilizadas en los
Estados Unidos, que precisamente por tener un desarrollo secreto
terminaron siendo protagonistas de todo tipo de problemas y controversias.
No, no es lo mismo gestionar las elecciones de un país de 1.3 millones
de habitantes que los de uno de más de doscientos millones, pero
claramente, los Estados Unidos escogieron el procedimiento equivocado.
Los sistemas de voto electrónico no son en absoluto sencillos. Su
diseño debe asegurar que nadie pueda falsificar el resultado del voto,
que solo puedan votar los ciudadanos elegibles para ello, que su voto
sea contado una sola vez, que cada votante pueda comprobar de manera
fehaciente que su voto se ha depositado correctamente, que un auditor
pueda verificar la integridad del procedimiento, que participantes
maliciosos no puedan interrumpir o contaminar los resultados de la
votación y puedan ser correctamente aislados, que nada pueda vincular a
un votante con su voto, y que un votante no pueda acreditar ante un
tercero lo que votó (para evitar la venta de votos). En el caso de
Estonia, un votante puede votar todas las veces que quiera durante el
período en que la votación permanece abierta – entre el décimo y el
cuarto día antes de las elecciones – y solo cuenta el último voto
efectuado, incluso aunque haya sido hecho en persona. Con este método se
trata de poner el control en manos del votante, lo que dificulta que se
vea obligado a votar obligado por una opción determinada o que venda su
voto (dado que tendría oportunidad de cambiarlo posteriormente).
Con la apertura del código, Estonia no solo mejora la confianza en el
sistema, sino que puede convertirse en referencia para todos aquellos
países que pretendan construir un sistema similar. En España, uno de los
países pioneros en el despliegue del DNI electrónico, existiría la
posibilidad tecnológica de desarrollarlo. Pero obviamente, no todo
depende de la tecnología: la transparencia es fundamentalmente una
voluntad, un deseo de hacer las cosas de una manera determinada. Y en
nuestro país estamos, tristemente, a otra cosa.
E.Dans
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