Desde
hace ya mucho tiempo comento en mis clases la preocupante evolución de
Google en cuanto al uso del espacio en sus páginas de resultados
(conocidas como SERP, o Search Engine Results Page), y ayer encontré, a través de un tweet de Marek Fodor, un análisis en Tutorspree Blog titulado “How Google is killing organic search“ que calculaba el espacio correspondiente en una SERP sin hacer scroll
a las categorías de publicidad y productos de Google frente a los
resultados conocidos como orgánicos o naturales, los que provienen
supuestamente del algoritmo. Su cálculo arrojaba una cifra de un 13%
dedicado a resultados orgánicos, frente a un 17% del módulo de Adwords
lateral, un 12% del superior, 7% dedicado a Google Maps y 14% de la
cabecera.
Quise replicar el cálculo con algunos ajustes, fundamentalmente por
hacerlo sobre una búsqueda en español y con un tema especialmente
relevante, los hoteles, así como por algunos factores cuya clasificación
no veía clara, como el espacio ocupado por la cabecera (que incluye el
logo, la caja de búsqueda y las categorías) o la forma de cuantificar
los espacios en blanco. Mi resultado trata los espacios en blanco de
manera diferente y otorga, como puede verse en la figura, un 23% a los
resultados orgánicos frente a un 28% del bloque de Adwords lateral, un
19% del bloque superior, 12% dedicado a Google Maps y 18% del comparador
de hoteles de Google. La consolidación parcial de los resultados es
impresionante: casi la mitad de la página (47%) es publicidad, casi un
tercio (31%) son productos de Google, y algo menos de una cuarta parte
(23%) son los resultados orgánicos de la búsqueda. O ni eso, porque en
realidad una parte muy sustancial de esos resultados marcados en gris
son hoteles ordenados en función de su puntuación en otro producto de
Google, las Google Reviews. Y como bien comenta el mismo artículo que cito originalmente,
la situación en el móvil es infinitamente peor: en algunos casos hay
que irse a la cuarta página para encontrar algún atisbo de resultados
orgánicos.
En la discusión del resultado es donde claramente está el interés:
según la mentalidad de Google, sus productos (en este caso los mapas y
el comparador) son servicios que responden perfectamente a la búsqueda
del usuario y que tratan de proporcionarle resultados relevantes. Más
aún: incluso la publicidad es contemplada por Google como un servicio
más al usuario, porque intenta ofrecerle igualmente los anuncios más
relevantes. De ahí que ante el progresivo descenso del espacio dedicado a
los resultados naturales, el buscador no tenga ningún tipo de
preocupación, dado que asume que su “editorialización” o tratamiento de
los resultados va a proporcionar mayor valor al usuario que los
resultados ordenados procedentes únicamente del algoritmo. Así, ha ido
pasando desde la situación inicial, en la que únicamente había
resultados orgánicos, a la actual en la que dichos resultados orgánicos
ocupan menos de una cuarta parte de la página de resultados. Para
reforzar más aún esta idea, podemos ver la
defensa que Google ha planteado frente a quienes la han denunciado ante
las autoridades antimonopolio por abusar de su posición dominante en la
búsqueda para apalancar sus otros productos: que los resultados de
un buscador deberían ser considerados como una opinión editorial basada
en lo que el buscador considera más relevante para sus usuarios, y que,
por tanto, estarían protegidos por la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que protege la libertad de expresión.
¿Donde surge el problema? Primero, que competir con una Google que no
duda en apalancar cualquier producto o área en la que desea
introducirse mediante el recurso al aplastante dominio de su buscador
es, sencillamente, una forma de ejercer una dinámica competitiva malsana
y predatoria. Y no, que no tengan posición dominante ni en Corea, ni en
Rusia, ni en China no arregla las cosas más que en lo referente a esos
mercados, y no vale como disculpa, como bien pueden atestiguar Yelp,
TripAdvisor o muchos otros. El día que alguien
en Google opina que tu negocio es interesante y decide sacar algo
parecido – o adquirirlo – y promocionarlo en posiciones exclusivas de
privilegio en el buscador que todo el mundo utiliza, estás muerto. Se acabó toda posibilidad de competencia real.
Segundo, que no todos los usuarios tenemos la misma opinión que tiene
Google sobre sus productos. La perspectiva de Google es la de “mi niño
es guapísimo y tienes que tener una foto suya en tu cartera y en tu
despacho”, cuando muchos usuarios, por guapa que nos pueda parecer la
criatura, no tenemos especial interés en tenerlo ahí. Si me preguntan a
mí, defendería sin ningún género de dudas que prefiero el buscador del
principio, con protagonismo absoluto de los resultados orgánicos, y que
podría llegar a aceptar algo de publicidad siempre y cuando sea
respetuosa. Pero que los productos de Google (mapas, comparadores, etc.)
deben mantenerse a un clic de distancia, donde pueda consultarlos si lo
deseo, pero sin “contaminar” el espacio dedicado a mis resultados
naturales. Si a Google no le gusta, lo siento mucho, pero yo recuerdo
perfectamente como en su momento, hace muchos años, escogí Google sobre
otros buscadores precisamente por la calidad de sus resultados
orgánicos. Es que resulta que lo que yo quiero son mis resultados
orgánicos, y un algoritmo que los escoja cada vez mejor, no un montón de
productos que los sistematicen por mí. Lo siento, pero rechazo que
Google me trate como a un idiota que no sabe encontrar su camino en un
listado de resultados. Lo que le pido a Google es que su algoritmo sea
lo mejor posible y que me entregue sus resultados como yo quiero, sin
editorializar.
¿El segundo problema, a mi juicio todavía mayor? Que a Google, lo que opinemos los usuarios le da exactamente igual.
Que como ya demostró ayer con la retirada de Google Reader, un producto
que muchos usuarios apreciábamos especialmente, la empresa carece de la
flexibilidad suficiente como para reconsiderar su estrategia. En Google
la estrategia la formulan unos señores muy sabios, la escriben en una
piedra, y ya no se puede modificar. Si los usuarios muestran su
disconformidad, da lo mismo, porque después de todo, solo son usuarios, ellos qué van a saber… ¡si muchos de ellos ni siquiera son ingenieros!
Esa es la actitud de Google. La de una empresa que pretende saber lo que quieres mejor que tú mismo. Para todo lo demás, te queda bloquear lo que te moleste en sus páginas de resultados con AdBlock Plus, o irte a DuckDuckGo. Que además, por cierto, no almacena lo que buscas ni mucho menos se lo cuenta a la NSA…
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