Es sorprendente como de rápido nos diluimos o divagamos en
la web social ante una oportunidad de negocio. Quieres alcanzar a alguien con el
que quieres trabajar, colaborar o coordinar, o simplemente obtener algo a cambio
de esa persona sin ofrecer nada valioso por tu parte. Esto último es incluso
hasta comprensible, al final estamos hechos de pequeños actos aleatorios de
humanidad, por lo que podría funcionar.
Sin embargo, en el momento decisivo, vendes el gran plan, la misión
increíble, el viaje imperdible, la ocasión irrepetible por una vez en la vida,
el momento que habías estado esperando toda tu vida, la llamada del destino. Y
entre todo esto, olvidas lo importante, ser claro contusa intenciones, objetivos
y expectativas de la otra parte, el igual que la otra parte esperaría esto de
ti, olvidas hacer negocio, simplemente.
En lugar de buscar una complejidad que
atonte a la otra parte, busca esa simplicidad que tanto seduce a las personas,
tan simple que incluso en ocasiones causa rechazo. Eso es.
Dos pasos simples para llegar ahí:
1. Qué es lo que necesitas exactamente de mi, qué esperas
con mi trabajo o ayuda, cuales son los objetivos que debería cumplir. (sin
rodeos).
2. Qué es exactamente lo que gano a cambio de lo que yo
puedo aportar. Cual es mi recompensa o premio.
A partir de estos dos puntos, las dos partes ya podrían entrar a valorar los
siguientes pasos para saber si puede esa interacción puede funcionar. Negocios
complejos hechos simples.
Necesitamos más contundencia, no rodeos. Más claridad, no suciedad de
vocabulario. Más transparencia, no opacidad de expectativas. Más empatía, no
prepotencia de marca. Más respeto, no desprecio del tiempo de cada uno. Isra Garcia
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