
Sin embargo, en el momento decisivo, vendes el gran plan, la misión increíble, el viaje imperdible, la ocasión irrepetible por una vez en la vida, el momento que habías estado esperando toda tu vida, la llamada del destino. Y entre todo esto, olvidas lo importante, ser claro contusa intenciones, objetivos y expectativas de la otra parte, el igual que la otra parte esperaría esto de ti, olvidas hacer negocio, simplemente.
En lugar de buscar una complejidad que atonte a la otra parte, busca esa simplicidad que tanto seduce a las personas, tan simple que incluso en ocasiones causa rechazo. Eso es.
Dos pasos simples para llegar ahí:
1. Qué es lo que necesitas exactamente de mi, qué esperas con mi trabajo o ayuda, cuales son los objetivos que debería cumplir. (sin rodeos).
2. Qué es exactamente lo que gano a cambio de lo que yo puedo aportar. Cual es mi recompensa o premio.
A partir de estos dos puntos, las dos partes ya podrían entrar a valorar los siguientes pasos para saber si puede esa interacción puede funcionar. Negocios complejos hechos simples.
Necesitamos más contundencia, no rodeos. Más claridad, no suciedad de vocabulario. Más transparencia, no opacidad de expectativas. Más empatía, no prepotencia de marca. Más respeto, no desprecio del tiempo de cada uno. Isra Garcia