Un interesante artículo de James Surowiecki para MIT Technology Review, titulado “The wait-for-Google-to-do-it strategy“ detalla
la evidente supremacía de la competencia entre empresas privadas frente
a las supuestamente ambiciosas iniciativas y planes gubernamentales,
utilizando el caso de Google Fiber,
que consiguió dinamizar el mercado de la banda ancha en los tres
territorios en los que se desplegó en mucha mayor medida que el National Broadband Plan promovido por la FCC.
Antes
de febrero de 2010, momento en el que Google pidió a las ciudades que
aplicasen a un concurso de méritos para convertirse en áreas
experimentales de despliegue del proyecto Google Fiber, los Estados
Unidos no solo estaban cayendo en términos de número de hogares con
acceso a banda ancha frente a países como Japón, Suecia o Corea del Sur,
sino que la situación, protagonizada por compañías de
telecomunicaciones y cable que disfrutaban de monopolios o, como mucho,
cómodos duopolios en las áreas en las que operaban, tenía escasas
posibilidades de cambiar.
Tras
cinco años desde el inicio del despliegue del servicio, la oferta de
Google Fiber está ya disponible en tres áreas, ha confirmado ya planes
de desarrollo en cinco más, y está anunciando cinco posibles áreas
potenciales más. Y las empresas de telecomunicaciones y cable, viendo
cómo Google va tomando posiciones en las que posiblemente puedan ser las
zonas más interesantes en términos de demanda, se han visto forzadas a
promover ofertas con precios más competitivos, a riesgo de verse
abocadas a luchar únicamente por zonas de rentabilidad más incierta.
Es,
básicamente, el mismo efecto de forzar la competencia desde la
iniciativa privada que el creador del teléfono móvil, Martin Cooper,
detalla en este vídeo:
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La
competencia carecía de incentivos mediante la acción gubernamental, así
que desde Motorola se lanzaron a desarrollar un primer (rudimentario y
no fiable) teléfono celular, y forzaron a los competidores y al propio
gobierno a convertir el escenario de la telefonía móvil en una realidad.
Me pareció que el vídeo venía muy al caso para ilustrar precisamente
eso, pero las ideas que Cooper comparte sobre el futuro, tales como el
servidor personal que conecta los diversos dispositivos que llevamos
encima, o la inteligencia artificial que gestiona las diferentes apps son también muy interesantes.
A otra escala, lo mismo que tuvo lugar en el entorno del correo electrónico cuando, el 1 de abril de 2004, Google lanzó Gmail con
un gigabyte de almacenamiento: antes de Gmail, las ofertas gratuitas de
empresas como Microsoft o Yahoo! llegaban únicamente hasta los veinte
megas, estaban infestadas de spam y publicidad de todo tipo, y no tenían
prácticamente ningún incentivo para competir.
Posiblemente, Project Fi esté destinado a provocar un efecto similar: entrar en un mercado para cambiarlo desde dentro.
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Recientemente, utilicé como ejercicio con mis alumnos del International MBA en IE Business School una
situación simulada en la que tenían que aconsejar a Telefonica cómo
reaccionar ante un hipotético lanzamiento de Google Fi en nuestro país.
Una situación sin duda interesante: en España, la situación competitiva
parece ser perfecta para desincentivar la competencia, y la introducción
de nuevos competidores – más aún, si se trata de competidores
“atípicos” – podría ser un factor interesante para dar lugar a entornos
que redunden en una mejor oferta al usuario.
Por
otro lado, una situación de este tipo no deja de tener sus
incertidumbres: ¿qué ocurre cuando se agotan las áreas “interesantes” y
solo quedan las que lo son menos? ¿Quién da acceso a esas áreas
comprometiendo la carga de una universalidad necesaria pero obviamente
onerosa? ¿Cuál debe ser el papel del Estado en ese tipo de situaciones
en las que promover un sano entorno competitivo se convierte en un
factor fundamental y prioritario para el desarrollo de un país? e.dans