El caso Aereo es, sin duda, uno de esos juicios
con potencial importancia histórica y consecuencias de todo tipo sobre el
entorno tecnológico y la innovación, además de uno de los que más cobertura está
recibiendo en todos los ámbitos en los Estados Unidos, desde el puramente
mediático hasta el judicial. Un caso que podría impactar de manera determinante
cómo vemos la televisión o el futuro de los actuales jugadores en esa industria, pero
también, y de manera muy amplia, la compleja relación entre innovación y derechos de autor, o
incluso el desarrollo futuro de la tecnología.
¿Qué es Aereo, y cómo ha
llegado hasta el Tribunal Supremo de los Estados Unidos? Aereo ofrece un sistema que
consiste en la instalación remota de una micro-antena para cada usuario que
es gestionada por la compañía, acompañada de una oferta de espacio de
almacenamiento para grabar programas y una serie de aplicaciones para que cada
usuario pueda ver o solicitar grabaciones del contenido desde cualquier
dispositivo. La compañía, dirigida por Chet Kanojia y apoyada entre otros por el mediático Barry Diller,
ha obtenido casi cien millones
de dólares en financiación, ofrece por el momento servicio en nueve áreas
metropolitanas de los Estados Unidos, y tiene anunciados planes de expansión a bastantes más.
Según la ley, la explotación del espectro radioeléctrico para la transmisión
de señales de televisión está condicionada al hecho de que dicho espectro es un
bien público, y que, por tanto, dichas señales estarán abiertas y podrán ser
vistas de manera gratuita por cualquiera que pueda captarlas. Sin embargo,
aunque el uso individual de antenas domésticas es perfectamente legal, la
mayoría de los norteamericanos reciben la señal a través de cable o satélite, en
muchos casos añadiendo además canales premium, y esas compañías pagan a
los canales una cantidad determinada a los canales por cada suscriptor.
La idea diferencial de Aereo es sustituir las antenas domésticas – de calidad
generalmente cuestionable y que únicamente sirven para ver la televisión en el
aparato al que están conectadas – por una antena remota para cada usuario,
situada en un lugar que asegura una recepción de calidad, y transmitir esa señal
al usuario a través de internet. Un servicio por el que Aereo cobra a cada
usuario entre $8 y $12 al mes, inferior al precios que se paga por servicios de
televisión por cable o por satélite, con una enorme diferencia: mientras las
compañías de televisión por cable o por satélite pagan religiosamente a los
canales por cada suscriptor, Aereo no lo hace. Aereo se refugia en el hecho de
que lo que está haciendo es simplemente hacer una gestión remota de la antena
individual de cada usuario, algo que cada usuario podría hacer gratis, y no paga
nada a los canales por su contenido (recordemos: contenido transmitido a través
del espectro, bien público, con la condición de que pueda ser captado
gratuitamente por los usuarios). ¿Por qué iba el servicio de Aereo a resultar
atractivo, cuando resulta perfectamente legal instalarse una antena y recibir la
señal gratuitamente? Porque asegura una mejor recepción, y porque la idea de
poder administrar lo que uno quiere ver a través de una aplicación y poder verlo
en cualquier dispositivo resulta razonablemente atractiva.
Si el servicio proporcionado por Aereo escala en popularidad, los canales de
televisión y las empresas de televisión por cable o satélite se verían privadas
de una cantidad sustancial de ingresos, todo ello inmerso en una tendencia, el
llamado cord-cutting, que lleva a que un número
progresivamente mayor de usuarios renuncien precisamente a sus suscripciones de
cable o satélite para consumir cada vez más contenido a través de internet,
mediante servicios como Netflix, Hulu, Amazon y similares. Y lo cierto es que,
en parte por las buenas críticas, y en parte por la popularidad que Aereo está
recibiendo gracias a la cobertura mediática de su juicio, ya en manos de doce
jueces del Tribunal Supremo, la popularidad de Aereo está creciendo cada vez
más.
Aereo, indudablemente, utiliza un resquicio en la ley para evitar el pago a
los proveedores: las minúsculas antenas dispuestas en enormes parrillas, en realidad, no serían necesarias. Pero si
la compañía obtuviese la señal por su cuenta y simplemente la redistribuyese,
estaría supuestamente llevando a cabo una comunicación pública, y la
comunicación pública devenga por ley el pago de derechos. Tener una antena por
usuario permite a Aereo afirmar que en realidad, lo que hace es simplemente
gestionar “una antena en la nube”, y que no existe comunicación pública, sino
transmisión individualizada a cada usuario de lo que “su” antena recibe,
servicio por el que cobra añadiendo el espacio de almacenamiento para grabar,
pero que no la obliga, al menos teóricamente, a pagar a los canales que producen
ese contenido, porque el usuario está en realidad “subcontratando” un servicio
al que tendría derecho gratuitamente en su casa.
Al final, el juicio es una pugna entre las leyes de copyright – según la Copyright Act de 1976, los poseedores de los derechos tienen
control sobre su transmisión y retransmisión – y las que tratan de proteger el
avance tecnológico: hay quien ha comparado este juicio con el caso Betamax que enfrentó a Universal con Sony en 1984, y en
el que triunfó esta última. Por el momento, el juicio está permitiendo ver cómo
los doce jueces intentan informarse para la toma de su decisión, y tratan de
entender cuál sería el alcance de una decisión en uno u otro sentido. En un
lado, las empresas de cable, de satélite y los canales de televisión, apoyados
por una administración Obama que se ha puesto de su lado y afirma que el modelo
de Aereo es “claramente infractor”. En el otro, la mayoría de las empresas
tecnológicas, las proveedoras de servicios en la nube, la Electronic
Frontier Foundation (EFF) y muchos más. Un caso complejo, con infinidad de opiniones de terceros ofrecidas voluntariamente al tribunal, y
que tendrá previsiblemente una resolución a mediados del próximo mes de
junio.
Por el momento, los jueces parecen mostrarse relativamente escépticos: ven
significativo que Aereo sea la única empresa que ofrece este tipo de servicios
que no paga por ello, aunque también afirman que ese modo de buscar subterfugios
legales para no hacerlo es muy similar a lo que hace cualquier abogado, y una
forma de crear oportunidades para el progreso. En caso de perder, Aereo ha afirmado no tener un plan B. Si ganan, algunos
canales de televisión han afirmado que pasarían a emitir únicamente por cable y
abandonarían las emisiones públicas, lo que llevaría de entrada a un drástico
redimensionamiento de su negocio publicitario que ya veríamos si están
dispuestas a aceptar. Muchísima atención, y un caso que, en manos de doce jueces
del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, puede marcar de manera sensible el
futuro del desarrollo tecnológico.
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