Trata de imaginar qué podría hacer la compañía más valiosa del mundo por capitalización bursátil,
sentada encima de una de las mayores pilas de dinero imaginables, si decidiese
entrar en un negocio. Imagina, sin ir más lejos, que decidiese irrumpir en el
mercado de las operadoras de comunicaciones construyendo una plataforma que las forzase a negociar constantemente por los
favores de los clientes, clientes que además tendrían relación directa con
esa compañía, no con las operadoras.
Imagina además que esa compañía hubiese hecho un compromiso firme en boca
de su presidente de no utilizar la información de sus clientes para
revenderla a terceros, no perseguirlos o no agobiarlos, sino simplemente tratar
de convencerlos para consumir sus productos porque son buenos. Que ese
compromiso hubiese servido para convencer a muchos clientes de que querían
trabajar con esa compañía, y que esta, lejos de detenerse en el mercado de las
comunicaciones, se plantease ir más allá. Mucho más allá. Imagina que decidiese irrumpir en el mercado de los medios de
pago, y a través del mismo, utilizándolo como auténtico caballo de Troya, en
el de la banca. Que esa compañía facilitase a los usuarios un medio de pago que se transformase en plataforma para convertir
a los bancos en commodities, y que incluso que, tras algunas
pruebas, ofreciese a muchos negocios la posibilidad de cobrar mediante su propio medio de pago, gestionado a través de
sus terminales. Imagina que eso funcionase tan bien, que muchos usuarios
decidiesen simplemente depositar su dinero en esa compañía, en lugar de hacerlo
en un banco, de manera que lo que comenzó siendo un simple medio para comprar
música y contenidos, se convirtiese en el banco más grande del mundo.
Mientras, la compañía también habría decidido introducirse en el mundo de las
discográficas: tras un comienzo complicado, los mejores artistas y bandas del mundo podían contratar
directamente con la compañía el lanzamiento de sus obras y ponerlas a
disposición del público a través de sus canales, con estructuras de márgenes
significativamente más elevadas que las que tenían anteriormente con las
compañías discográficas tradicionales. Y piensa qué pasaría si esos mismos
usuarios que utilizan los servicios de la compañía, además, confiasen lo
suficiente en ella como para ponerse sus relojes y almacenar en sus repositorios toda la
información relacionada con su salud, con sus movimientos a lo largo del día,
con su ejercicio, o incluso con parámetros como la frecuencia cardíaca,
incluso compartiendo datos de otros dispositivos y aplicaciones con ella, de manera
que si tuviesen algún problema relacionado con su salud, pudiesen compartir directamente con el médico o el hospital todos esos
detalles.
¿Eres capaz de imaginar un escenario así? Pues no te preocupes. En realidad,
solo son las fantasías típicas de un domingo por la mañana de un analista con
poco que hacer…E.Dans
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