La historia de Twitter está plagada de problemas de
todo tipo con la comunidad de desarrolladores. Desde sus inicios, la filosofía
de la compañía se centró en plantear ecosistemas de desarrollo enormemente
abiertos, que permitían que prácticamente cualquiera crease aplicaciones de todo
tipo relacionadas con los servicios de la compañía. Esto permitió que, al poco
tiempo de su lanzamiento y popularización, los usuarios tuviesen acceso a
clientes para prácticamente todas las plataformas, además de infinidad de
servicios que trataban de mejorar las prestaciones que la compañía ofrecía en
sus aplicaciones oficiales, de plantear servicios nuevos, etc. Muchas de las
cosas que hoy vemos como completamente integradas y normales en Twitter,
incluyendo funciones tan básicas como la integración de imágenes, vídeos o la
geolocalización, fueron, en su momento, fruto del trabajo de desarrolladores de
aplicaciones externos.
La respuesta de Twitter al interés de la comunidad de desarrolladores ha
sido, como mínimo, compleja. No han sido pocos los momentos en los que la
compañía ha llegado a alienar a esa comunidad mediante movimientos de todo tipo:
a las numerosas adquisiciones o acqui-hires de compañías que destacaban
en ese panorama, que son moneda relativamente común en este tipo de escenarios,
se ha unido una constante vocación por nutrirse de las ideas planteadas por los
desarrolladores, sin preocuparse demasiado por el futuro de los afectados.
Desarrollar para Twitter ha sido en muchos sentidos un deporte de riesgo,
siempre pendiente de que los anuncios de la compañía no convirtiesen en papel
mojado los planes de las compañías implicadas. El lanzamiento de nuevos servicios, la redefinición de las reglas de juego, la relación con
las aplicaciones que introducían publicidad en el timeline de los usuarios,
o casos como el de Loïc LeMeur con Seesmic, que tuvo que pivotar el foco de su
compañía en infinidad de ocasiones hasta terminar vendiéndola a Hootsuite, son
moneda común en este sentido.
Ahora, tras múltiples episodios en unas relaciones que algunos han calificado de “guerra”, Twitter propone su
plan más ambicioso con el desarrollo de Fabric: un
ecosistema de diferentes herramientas pensadas para el desarrollo de
aplicaciones móviles, que incluye múltiples funciones como la incorporación de
nuevos usuarios, el análisis de los patrones de uso y la estabilidad, la propia
integración con las herramientas de Twitter de cara a la difusión viral, o la
obtención de ingresos mediante la integración de publicidad de la mano de MoPub,
una de las adquisiciones estrella de la compañía. Una oferta que
posiblemente sea difícil de rechazar para muchos desarrolladores, pero que lleva
la firma de una compañía cuya reputación y relaciones con esa comunidad ha sido,
cuanto menos, complicada.
Por otro lado, como resalta el fantástico
análisis de Mat Honan en Wired, la jugada es seguramente lo más ambicioso
que la compañía se haya propuesto desde su origen: permite que Twitter pase a
ser una pieza básica en muchísimos ámbitos, que obtenga un control del
ecosistema casi comparable al que puede llegar a tener el creador de un
dispositivo o de un sistema operativo, y lleva a un escenario en el que
muchísimos usuarios pasan a tener relación con la compañía… aunque no sean
usuarios de Twitter en absoluto. Un movimiento capaz de cambiar la dimensión de
la compañía, que se apoya en un paso fundamental: la adopción por parte de los
desarrolladores.
¿Existe una “memoria colectiva” en la comunidad de desarrolladores capaz de
generar una asociación de ideas negativa con respecto a lo que supone trabajar
con Twitter como socio? O por el contrario, las historias de los problemas que
tuvieron los creadores de aplicaciones de hace algunos años están completamente
olvidadas y ya no tienen valor histórico alguno? El desarrollo de aplicaciones
móviles es un ecosistema en continuo movimiento, con nuevas personas y empresas
que entran y salen del panorama de manera constante. ¿Se presenta Twitter con
sus herramientas como una propuesta atractiva y con un expediente limpio, o
arrastra la evocación de sus tortuosas relaciones anteriores? Obviamente, ya ni
siquiera hablamos de la misma Twitter: muchos de los directivos implicados en
las controvertidas decisiones de entonces ya no están o no juegan un papel
importante en el día a día de la empresa, que ahora tiene una dimensión
completamente distinta y hasta cotiza en bolsa. Para Fabric, el paso fundamental
es la curva de adopción, pero no en el público final, sino en una comunidad que,
necesariamente, tiene que incorporar un nivel de reflexión en sus decisiones muy
superior al que supone simplemente darle a un botón e instalar algo en un
terminal. Tomar la decisión equivocada a la hora de desarrollar una aplicación
puede tener una gran importancia de cara al futuro de la misma. En Twitter van a
estar muy pendientes de la forma que toma esa curva de adopción
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