Hay una dañiña especie de cultura de resistencia al error en las oficinas. Cuando ocurre es como una papa caliente que pasa de 'culpable' a 'culpable'.
Recientemente escuché el caso de una empresa en la que el Director lanzó una iniciativa para afrontar los errores con mayor efectividad,
pidiéndoles a sus colaboradores que en cuanto un error sucediera le
echaran la culpa a él. Esto con el fin de que la gente ponga manos a la
obra en lugar de distraerse construyendo todo un conflicto alrededor del
error.
Esta
historia llamó mi atención de inmediato, pues rompe por completo con la
mayoría de los patrones de comportamiento que he observado en las
empresas a través de mi experiencia en programas de coaching.
Lo que regularmente veo es que existe una cultura de resistencia al error:
se buscan culpables más que soluciones; se echan la bolita como si el
error fuera una papa caliente; los líderes regañan y exponen
públicamente a quienes se han equivocado y las personas que se
equivocaron sufren de (como una de mis maestras decía) es-quezofrenia:
“es que no me dijeron”, “es que no tuve tiempo”, y miles de posibles “es
que´s”.
Existe una especie de mercado negro del error al interior de la empresa, por miedo a las consecuencias y nadie lo hace evidente.
Utilizaré
una analogía un tanto polémica, pero creo que cabe: así como hay un
modelo que propone la legalización de algunas drogas para erradicar las
mafias alrededor de éstas, creo que también podría funcionar “legalizar”
o permitir los errores dentro de una organización, de manera que se
ponga fin a estas prácticas tan corrosivas para el clima laboral.
El
problema no radica en el error, sino en la historia que se genera
alrededor de éste. Debemos cambiarnos el chip para encontrar en los
errores una fuente de crecimiento y aprendizaje que le hará bien no sólo
a la persona que lo cometió, sino a todos los que están a su alrededor;
marcando así un precedente para futuras generaciones.
4 razones para cometer errores abiertamente:
1. Comete el error tan pronto como sea posible
Los errores son inevitables,
tarde o temprano –y afortunadamente– caeremos en ellos. De nada nos
servirá postergarlos, entre más rápido cometamos el error, menos tiempo
perderemos en solucionarlo y quizá las consecuencias sean menores.
Muchas
veces por tratar de evadir un error a toda costa, empeoramos la
situación y dejamos de ver otras mejores posibilidades de acción.
2. Fuente de creatividad
Al no tener miedo de cometer errores,
ampliamos nuestra capacidad creativa, nos atrevemos a muchas “locuras”
que de no tener esta confianza evitaríamos realizar con tal de no quedar
mal o fracasar.
El
miedo a cometer errores nos paraliza y bloquea, pues lo interpretamos
casi como un delito que dará pie a la crítica y rechazo de los demás o
incluso de nosotros mismos cuando tenemos niveles muy altos de auto
exigencia.
3. Adiós al resentimiento
Así
como el caso que expuse al principio, al centrar más la atención en las
soluciones y las acciones que nos llevarán a éstas, en vez de en los
errores y los culpables,
se genera un ambiente expansivo y propositivo, en dónde las personas se
enfocan en seguir aprendiendo y mejorando y no se guardan
resentimientos ni se ve afectada la confianza de los colaboradores.
Un
ambiente abierto al error permite que las personas actúen libremente y
se equivoquen, sin el peso de ser señalados o expuestos públicamente.
4. Di no al “no error”
Se
dice que la mente humana no puede registrar la palabra “no”. Es como
cuando mamá nos dice que “no juguemos con el jarrón porque lo vamos a
romper”, finalmente el jarrón se rompe. Es más, si en este momento te
digo: no pienses en un elefante rosa… ¿qué es justo lo que tienes en
mente?
Así
también las empresas que se empeñan en exigir a sus colaboradores que
no se comentan errores, probablemente estén fomentando más la producción
de éstos al dañar su seguridad y confianza.