Las técnicas de motivación a empleados, como derivada lógica y natural, se nos muestran a modo de manual de instrucciones de un electrodoméstico; de aplicarlas debidamente, el buen desempeño quedaría garantizado.
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En relación al título enunciado, resultan habituales expresiones del siguiente tenor: “ el hecho de fomentar un clima agradable, en el que se reconozcan logros, y se faciliten horarios flexibles, entre otras circunstancias, se presenta como clave para mantener una plantilla motivada y, como consecuencia, propiciadora del éxito en la empresa”.
Siendo así, las técnicas de motivación a empleados, como derivada lógica y natural, se nos muestran a modo de manual de instrucciones de un electrodoméstico; de aplicarlas debidamente, el buen desempeño quedaría garantizado. El ser humano como máquina. Si aplicamos las recetas oportunas todo lo demás nos vendrá dado. Causa y efecto en perfecta sincronía.
En modo alguno quisiera dar la impresión de que me postulo en contra de tales planteamientos, todo lo que signifique tratar a las personas en su dignidad y sentido se me antoja como irrenunciable y adecuado. Tal es así que, aunque tal comportamiento fuera propiciado por un interés puramente utilitarista, ya me parecería bien. El buen trato, aún el amparado por la pura conveniencia, resulta preferible al desprecio y a la soberbia cobarde, de quien se ampara en el cargo para tratar a sus semejantes como seres inferiores y a su servicio.
Pero establecida mi posición, quisiera matizar -con ánimo puramente clarificador- que en mi opinión la motivación no se presenta como algo impostado sino que, de existir, se concretará a modo de impulso interior; su génesis, siendo particular, se proyecta desde nuestro interior hacia fuera y no al revés. Como consecuencia, no se motiva, en todo caso se permite o se facilita su expresión.
Dos son las palancas motoras en el ser humano (las de carácter voluntario claro está). Por un lado, las de índole externa, aquellas que se materializan de forma transaccional y condicional: si cumples, si haces, si logras, recibirás a cambio lo acordado. Su trayectoria, sigue un recorrido que, iniciándose en otro, finaliza en nosotros: trata de condicionar nuestro comportamiento. El gozo o el disfrute en el hacer no se perciben en el ejercicio del desempeño diario sino en la “retribución” finalista de lo previamente pactado (ya sea tácito o por contrato)
Así, tienen naturaleza extrínseca: el salario, las vacaciones, las gratificaciones, las promociones, las subidas salariales, las felicitaciones y, un clima agradable, un trato respetuoso, un horario flexible, etc.
En realidad, tal tipo de palanca lo que pretende es facilitar un clima adecuado para que si la motivación existe aflore; dicho de otra forma, se establecen unas condiciones de contorno que en principio son necesarias pero que en modo alguno se concretan como suficientes. Sería algo así como dotar a un saltador de pértiga de los mejores materiales e instalaciones para que su talento se deje ver. Pero si el talento no está presente resultará indiferente con que rodeemos su falta de pericia.
La motivación, en realidad es una pulsión puramente interior que, para que se manifieste en toda su dimensión, necesita, requiere, de un entorno que se le muestre facilitador, favorable, respetuoso y adecuado. Cuando nos empleamos en aquello que nos mueve, aquello para lo cual nos sentimos especialmente llamados, sentimos el gozo que provoca el puro hacer. Y así, sin otro tipo de presión, el individuo hace y, como disfruta, el tiempo se le va de las manos, no se cansa (mucho menos de lo esperado) repite, fluye, y mejora.
En realidad, el individuo debe ser en sí mismo una persona motivada, y lo que la empresa puede realizar al respecto es no desmerecer su motivación (si la tiene) a través de un trato aberrante e ignominioso.
No existen técnicas para motivar al personal, existen formas de hacer que invitan a que el talento se concrete y se materialice. Sigue siendo válida la sentencia de que hay que venir motivado de casa. Todo lo demás, incluida la felicidad laboral, se plasma como un ejercicio de buenismo falto de rigor.