A medida que se acerca el momento crucial del año para
las compras de productos de electrónica de consumo, vamos viendo emerger una
categoría, la del llamado smart home u hogar conectado, con cada vez
más integrantes dignos de mención. A los ya conocidos termostatos y detectores de humo de Nest se une la última adquisición de la compañía, Dropcam, cámaras inalámbricas que pueden dejarse en cualquier
lugar de la casa y ser monitorizadas desde cualquier dispositivo. Al tiempo,
aparece un proyecto de Amazon, el Echo, un cilindro a modo
de asistente digital siempre conectado al que podemos preguntar prácticamente
cualquier cosa en cualquier momento.
La sensación inmediata es la de cierta inquietud: servicios, sí, reducción de
incertidumbre o de riesgos, de acuerdo, pero… ¿qué hay “al otro lado”?
Lógicamente, a poco que lo razonemos, la sensación no debería ser muy superior a
la que nos produce tener un sistema de alarma con cámaras como hay cientos de
miles instalados en el mundo: sí, en caso de intrusión en nuestra casa, esa
cámara podría probar su valor enviando imágenes que permitiesen discernir si se
trata de una verdadera actividad delictiva o de una falsa alarma, pero en el
fondo, todos nos imaginamos en el papel de la persona que monitoriza esos
dispositivos cayendo víctimas de la curiosidad y lanzando conexiones aleatorias
a ver qué hacen los habitantes de un hogar determinado (que no, por supuesto, no
pretendo implicar que eso ocurra actualmente o que no existan controles para
ello… simplemente reflejar algo que probablemente a todo propietario de una de
esas instalaciones se le ha pasado por la imaginación).
En el fondo, la cuestión es muy sencilla: intuitivamente, mientras una
empresa de alarmas vive de vender alarmas y servicio y no tiene nada que ganar –
y sí potencialmente mucho que perder – en la explotación de los datos de sus
usuarios, lo que reduciría un eventual mal uso a una situación aislada por parte
de un empleado irresponsable, una empresa como Google o Amazon tiene una parte
importante de su modelo de negocio anclado precisamente en el estudio
detallado de los datos generados por sus usuarios. Si a los temores vinculados a
la posible explotación de los datos por parte de la empresa que nos vende los
productos y servicios unimos los derivados de la posible intercepción de los
datos en la red, como de hecho ocurre ya con numerosas cámaras web
deficientemente protegidas, hablamos de un escenario que puede generar en muchos
una cierta incertidumbre.
Las mencionadas inquietudes pueden apreciarse en la forma en que los medios
tratan las noticias relacionadas con esta categoría de dispositivos: en Re/code,
el titular de la noticia viene a ser algo así como “¡Venga, pon este dispositivo de vigilancia propiedad de Google en
tu casa, va a ser genial!”, mientras en Gizmodo se dan al símil bélico y
hablan de “Cómo está utilizando Nest todos los datos que obtiene de su
ejército de detectores de humo“. Mashable se refiere al Echo de Amazon como
“el extraño dispositivo que probablemente es más de lo que
parece“, mientras la conocida tira cómica The Joy of Tech le dedica una
página mostrando a una pareja empeñada en conseguir hablar directamente con Jeff
Bezos a través del dispositivo, en modo “Jeff, sabemos que estás ahí escuchando…”
La recepción de esta categoría de dispositivos no deja, además, de tener su
tono jocoso: Fast Company publica una parodia del vídeo original de lanzamiento
del Amazon Echo en modo “rebelión de los electrodomésticos”, con un cilindro
políticamente incorrecto al que además algún miembro de la familia no le cae
especialmente bien. O el propio marketing de Nest, que en su última campaña de
anuncios se centra precisamente en factores como los comportamientos obsesivos,
la opinión del abuelito tecnófobo, o la
preocupación del niño que todo lo rompe o
del perro que destroza la casa
ante la idea de ser monitorizados constantemente. Humor inteligente, sí, y
supongo que bien balanceado por quienes se encargan de diseñar estas campañas –
dirigidas por el momento, no lo olvidemos, más al segmento de geeks
impenitentes que al usuario medio – pero que no dejan de pulsar precisamente en
ese tipo de miedos que provienen de poner ese supuesto “dispositivo que todo lo
ve o todo lo siente” en un entorno como el hogar.
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