Aunque Twitter es ya de todo menos un recién llegado al mundo de la comunicación (no, no está con nosotros desde los años 50, pero casi lo parece), lo cierto es que las experiencias que cada usuario tienen con esta red social dependen de una muy amplia variedad de factores.
Si hay algo cierto, es que no existe una experiencia de Twitter, sino tantas como usuarios. Es algo que me harto de decir en clases y conferencias: si Twitter te parece una tontería o una banalidad, es porque has escogido seguir a usuarios tontos o banales, y no es por tanto culpa de la herramienta, sino tuya.
De Twitter puedes obtener lo que quieras: desde información muy fresca desde completamente generalista a específica sobre cualquier tema imaginable si sigues a quienes suelen estar bien informados sobre el mismo, a sucesiones interminables de chascarrillos y frases inspiracionales de autoayuda, o a simplemente saber qué pasa por la mente de tus amigos si decides seguir únicamente a estos. El patrón de participación – producción y diseminación activa de contenidos frente a puro lurking – es otra cuestión que depende de las preferencias personales, y sobre la que nunca puede decirse si está bien o mal: cada uno es cada uno y tiene sus circunstancias. Y por supuesto, muy pocos escogen un enfoque maximalista consagrado a una de estas posibilidades: la mayoría de los usuarios tienden a armarse de coctelera y mezclar esos ingredientes en las proporciones que estiman adecuadas.
En mi caso, pasé por la época de “fatiga de Twitter” relativamente pronto, y ahora, como a muchos otros, la idea de sentirme “quemado” en mi uso de esa herramienta me parece lejana. Por dar una idea de antecedentes: comencé a utilizar Twitter a principios de 2007, siguiendo un patrón que respondía a su pregunta original: ¿qué estás haciendo? Ponía ahí todo salvo lo más puramente personal: donde iba, qué comía, qué bebía, qué leía… Cuando se presentó Twitter en español y me incluyeron en las cuentas recomendadas a primeros de noviembre de 2009, cuestión que me llevó a pasar desde los nueve mil followers que tenía entonces a más allá de cuarenta mil, sufrí una cierta “crisis de identidad” que me llevó a replantearme qué cosas de las que compartía tenía sentido de verdad compartir. Mi uso global de Twitter disminuyó bastante, preferí ser relativamente prudente, pasar a un perfil más reservado, y dedicar Twitter o bien a difundir los contenidos que yo mismo creaba, o las cosas que leía que me resultaban más interesantes o mentalmente provocativas. Más de tres años después, sigo igual: es raro que publique más de tres o cuatro actualizaciones en un día, si algo se convierte en conversación suelo llevármelo al mensaje directo (DM) o a otro medio, y trato de evitar saturar a mis seguidores con cosas que consideren irrelevantes, aunque no renuncie a darle toques puramente personales de vez en cuando.
Sin duda, Twitter es un universo en permanente evolución. Algunos de los que lo siguen afirman que el afán de protagonismo y la “necesidad” de tener repercusión están matando a Twitter. Sí, algo puede haber, pero yo, francamente, prefiero huir de las visiones apocalípticas, y pensar que toda herramienta pasa por períodos diferentes en su evolución y por derivas que, habitualmente, tienden a terminar por corregirse a sí mismas. Lo que sí es cierto es que el uso de Twitter puede llevar a algunos, en función de su experiencia, a una cierta sensación de agotamiento, casi a “quemarse”, y creo que tratar de recopilar algunos consejos al respecto, sin pretender por supuesto ser exhaustivo o hacer afirmaciones absolutas (y por supuesto, sin ánimo de decir a nadie “cómo debe usar Twitter” o de incidir en cosas completamente obvias) puede llegar a tener cierta utilidad.
Mis líneas generales serían las siguientes:
- Asimetría: la asimetría comunicativa es un fenómeno natural, y Twitter es una red intensamente asimétrica. Entender que lo que tú escribes solo es leído por aquellos que te siguen, y que únicamente supone un minúsculo espacio de su timeline que fácilmente puede pasarles desapercibido es fundamental. Pero lo contrario también lo es: hay personas que, de manera natural, tienen muchos seguidores. Puede ser por su profesión, por ser famosos, por salir en televisión, o por otros factores. Que alguien tenga muchos seguidores en Twitter no implica que lo paren por la calle. Pero sí implica que bajo ningún concepto debe tratar de contestar a todo lo que le digan a través de la red. No contestes a todo el mundo, o dejarás de tener vida. No eres “un estirado” por no contestar a todo el mundo: ni lo intentes. Ni se debe hacer, ni es bueno hacerlo. No eres un servicio 24×7. Quien te sigue terminará por entender el concepto de asimetría comunicativa, y si no, peor para él.
- Líneas rojas: la conversación es ni más ni menos que eso, una conversación. Determinadas actitudes o lenguajes no deben ser contestadas, ni en la red ni fuera de ella, más que con un block user. Si algo te hace sentir que tienes que volverte un maleducado para contestar, lo más probable es que no debas contestarlo, y sí bloquear a quien te ha hecho sentir así. Las actitudes a bloquear no son solo las directamente insultantes: la ironía mal entendida, el acoso o en general, aquello que te lleve a sentirte incómodo de manera injustificada son cuestiones que harías mejor en eliminar de tu timeline. Seas hombre, mujer, famoso, anónimo o marca, no estás en Twitter para ser flagelado públicamente.
- Número de tweets: no seas cansino. No insistas mucho en un tema, aunque sea un evento en el que estás, trata de no provocar saturación. Y por el amor de dios, no repitas tus tweets a distintas horas para que se vean más, aunque te parezca que funciona. ¿Te parecería normal que alguien en una conversación repitiese las mismas frases cada poco tiempo?
- Unfollows: es más habitual que alguien te haga unfollow por algo que dices que por algo que no dices, ¿no te parece? A lo mejor, es bueno que actualices menos y que te plantees más qué cosas escribes. No estás obligado a actualizar constantemente, no te ponen nota por ello, y si no actualizas, no pasa nada. Una cuenta a la que sigues, si actualiza poco pero cuando dice algo te interesa, no es normal que la dejes de seguir. Una que te sature habitualmente estará mucho más cerca de conseguir tu unfollow, ¿no? Pues contigo es igual. Por cierto, las dinámicas de unfollow, si no responden a algo que acabas de decir, son impredecibles, y parte de la dinámica normal de Twitter. No te agobies.
- ¿Tienes seguidores por hacer lo mismo que todos los demás? ¿O por hacer cosas diferentes? Piénsalo. Y además de pensarlo, ya que estás, adapta tu creación de contenido a ello. Si te limitas a retwittear noticias, dado que no vas a poder meter mucho más en los ciento cuarenta caracteres de una actualización, deberás tratar de darle un componente personal, que suponga una propuesta de valor para quien te siga: “voy a seguir a esta persona porque con ello me mantengo actualizado en este área”, o similar.
- El uso de Twitter puede llegar a quemarte, sí. Pero eso no quiere decir que debas ser tú quien se queme a lo bonzo. No digas tonterías, ni barbaridades, ni frases que puedan estar sujetas a una interpretación peligrosa o que haga parecer que te tomas un asunto serio muy a la ligera. Y de puro sentido común: si bebes, no twittees. O en general, si te lo estás pasando increíblemente bien, no pares el ritmo de la fiesta o de la conversación para ponerte a contarlo en Twitter. Es anti-climático y desagradable para quienes están compartiendo ese momento contigo, y encima te lleva a escribir en un estado mental que no siempre es el más aconsejable.
- Y al revés: no seas completamente prudente, oficialista y aburrido. En el equilibrio entre lo estrictamente diplomático y la más absoluta boutade está la esencia del éxito de una cuenta, que se asocia mucho con el éxito de tu comunicación personal. Vete mucho hacia un lado, y seguramente te seguirá poca gente porque serás aburrido. Vete hacia el otro, y es posible que tu conflictividad o tu visibilidad asociada con temas asociados con lo “peligroso” te lleve a tener problemas. O no, tú sabrás. Pero si decides ir por ese camino, que sea fruto de un análisis razonado.
- Obvio, sí, pero nunca suficientemente repetido: ten cuidado con la ortografía. Y con la puntuación, los acentos, la gramática… no, no tienes que ser un académico de la lengua, pero es increíble lo mucho que pueden llegar a decir de ti ciento cuarenta míseros caracteres.
- No vivas para twittear. Sí, Twitter puede ser un elemento muy potente en la construcción de tu marca. Pero pocas cosas saturan más que alguien que no sabe separar su vida offline de su vida online, o que alguien con tan poco sentido común que hay que estar avisándole y pidiéndole que ni se le ocurra twittear cosas que pasan ante sí. Si te lo dicen demasiadas veces, es que hay algo que no estás haciendo bien.
- No te metas en líos de los que no vas a saber salir. Polemizar está bien y es sano. Pero mide. Mide mucho. Mide bien. Y si no estás seguro de cómo se va a entender lo que digas y tienen alguna intuición de que podría ser mal entendido, vuélvelo a formular.
- Tormentas twitteras: las hay a todas horas. Por alguna misteriosa razón, cosas que de palabra no pasarían de chascarrillo, en Twitter se convierten en demandas clamorosas de ejecución en la plaza pública. No, no borres el tweet, o al menos no lo borres sin dar una explicación antes. Si en efecto fue una estupidez, se entendió mal, querías decir otra cosa o sencillamente te equivocaste… lo mejor es decir que fue una estupidez, que se entendió mal, que querías decir otra cosa o que sencillamente te equivocaste, que para eso somos todos humanos. Si crees que mantener el tweet puede llevar a malos entendidos por descontextualización y que es mejor borrarlo, bórralo, pero después de la explicación y de hacer una captura del mismo. Ah, y de los errores se aprende. Que se vea. Las tormentas pasan pronto – salvo, claro está, que generes una a la semana. En ese caso, aléjate de Twitter.
- Y si a pesar de todo te quemas… piensa que el problema no está en la herramienta, está en ti. Ponerte a despotricar contra Twitter, contra los twitteros y contra el gobierno en pleno no va a arreglar las cosas, no te va a hacer sentir mejor, y sí puede llevar a que enfades a mucha gente o piensen que tienes el raciocinio de un niño de tres años. No cierres tu cuenta, Twitter es una gran herramienta y está aquí para quedarse. Pon un mensaje de “lo siento, me he quemado y voy a darme un tiempo para que se me pase”, y plantéate que ya volverás – cuando hayas leído estos consejos :-)
- E.Dans