Mide lo que
haces contra ti mismo. No compartas tus resultados con otros, porque después de
todo nadie te ha preguntado, a muchos ni siquiera le importa. Si piensas que no
has hecho algo lo suficientemente brillante, o haz el esfuerzo por mejorarlo o
hazlo mejor la siguiente vez. No pierdas el tiempo contándole todo esto en
detalle a la gente. Es tu problema, no el de ellos.
Desde aquí
en adelante, tu valentía requiere que pares hablar de lo que no hiciste o lo
que hiciste mal. Eso no arreglará nada. En lugar de eso, centra obsesivamente
todos tus esfuerzos en mejorar la calidad de tu trabajo y el impacto positivo
que causará en las personas. Mídete a ti mismo (y sólo a ti mismo) contra el
valor del trabajo que tu creas, y entonces enfréntate al logro de las metas que
fijaste para ti mismo (nunca contra las intenciones de otros). Esto es
importante: permite que cero factores externos decidan cómo te enfrentas a
ti mismo y por lo tanto, te evalúas. No medallas de oro, no rankings, no listas
de rockstars, no menciones por ser un crack, no
mejores tiempos en un deporte. Nada, absolutamente nada proveniente de la
percepción de otros.
Mereces una
vida épica. Mereces ser el dueño de tu tiempo. Tu juzgas los esfuerzos que tu
haces, son tuyos y de nadie más. Nada que tu jefe, novia, profesor, colegas o
cualquier otro diga importará nunca tanto como tu propia percepción de tu trabajo
y lo que indicará que quizás (siempre) necesita mejorar y crecer.
Ahora estoy
más seguro de que el genio está ahí dentro. Pero necesitas ser lo
suficientemente valiente como para sobresalir
de ti mismo para sacarlo. Atrévete a hacerlo. Isra Garcia