La contabilización final de las ventas de portátiles durante el pasado año 2013 dejan una muy interesante sorpresa: el fuerte ascenso de los Chromebook, que pasan de una participación de mercado prácticamente testimonial a casi un 10%, superando las ventas de los MacBook de Apple en casi cinco a uno en el mercado norteamericano.
La primera sorpresa surgió en las navidades de 2012: un Chromebook fabricado por Samsung se hizo con el liderazgo de ventas de la categoría en Amazon. Desde entonces, resulta cada vez más normal ver buenas reviews de diferentes modelos de Chromebook con precios sumamente agresivos y competitivos, e incluso hemos visto aparecer aparatos destinados a la parte alta del mercado con prestaciones y precios elevados.
El fuerte crecimiento sorprende a todos excepto a Microsoft: cuando la compañía de Redmond comenzó a hacer un especial y agresivo enfoque comparativo de los Chromebook en sus anuncios utilizando a los protagonistas del popular docu-reality Pawn Stars,
estaba claro que algo se olía en ese sentido: el ascenso de los
Chromebook supone un ataque directo a la línea de flotación de dos
productos fundamentales de la compañía, Windows y Office, a cambio de un
riesgo muy escaso o nulo para Google. Sin embargo, el viejo concepto de
“no es un ordenador de verdad, porque si no tienes conexión no sirve
para nada” resulta cada vez más trasnochado. Decididamente, no es la
máquina que debes comprarte si pasas tiempo en un entorno de escasa
conectividad, pero sí resulta una opción muy razonable, sobre todo
considerando su precio, en un mundo con conectividad cada vez más ubicua
(mayoría del tiempo en la WiFi de casa, de la empresa, o conectado
mediante la tarjeta de un proveedor de telecomunicaciones).
La estrategia, en realidad, presenta un fuerte paralelismo con la que Google ha seguido en segmentos como los smartphones o los tablets:
en los primeros, el desarrollo de una plataforma con una licencia
relativamente abierta que promueve la competitividad entre diferentes
fabricantes ha posibilitado un apabullante y envidiable dominio del mercado mundial, mientras la compañía se permite el lujo de hacer descuentos agresivos en su serie Nexus o en los primeros modelos de Motorola, Moto X y Moto G, que provienen ya de la colaboración fluida de ambas compañías. Mientras, en tablets, otra sorpresa inesperada: en la muy significativa cita navideña de 2013, tanto
Samsung como la serie Nexus superaron holgadamente en crecimiento a los
iPad de Apple, que además se vieron prácticamente igualados por los
Kindle Fire de Amazon.
El hardware es para Google un negocio, en principio, entre lo marginal y lo accidental. ¿Podemos, por tanto, hablar de “estrategia de hardware” en una compañía en la que el hardware es un negocio completamente secundario? El dominio del mercado de hardware es
interesante por las posibilidades de dominio que otorga, pero no como
una fuente de ingresos en sí misma para la compañía, lo que posibilita
una forma de competir mucho más agresiva. Google actúa fomentando la
competencia entre fabricantes cediendo a estos el margen que les
corresponda en función de cómo sean capaces de hacer las cosas, ganando a
cambio base instalada para tus productos de software. El hecho de que
Motorola pertenezca a la compañía corresponde más al ámbito de las
compras defensivas, para hacerse con una cartera teóricamente amplia de
patentes, que a una orientación estratégica en sí misma, mientras que en
el resto de los casos hablamos mucho más de una colaboración con
fabricantes que de un desarrollo de productos propios como tales.
Para Apple o Microsoft, sus verdaderos rivales, competir con una
compañía así que se apalanca en fabricantes poderosos como Samsung y
muchos otros resulta sumamente difícil. Para Google, todo indica que la
estrategia está funcionando a las mil maravillas y dando lugar a
dominios cada vez más consolidados en este segmento, que por otro lado
resultan muy difíciles de combatir si no es aplicando estrategias
similares. Como estrategia, aunque no parece agresiva porque no se basa
en una confrontación directa con sus competidores, sí lo es en realidad,
porque resulta un ataque muchísimo más difícil de contestar. Y sin
duda, a juzgar por los resultados, está siendo verdaderamente eficaz
para la compañía.
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