
En ocasiones son más que objetos materiales, experiencias inolvidables, actos de generosidad en forma objetos hechos a mano, pruebas de amor más allá del dinero, sorpresas en forma de conciliación familiar o uno de los mejores regalos que se puede hacer, el hijo o hija de vuelta en casa, sin esperarlo.
Buscas fuera la respuesta que tienes ahí dentro, tiempo, amor, dignidad, honestidad y humanidad. Estás regalando dispositivos tecnológicos que lejos de facilitar lo esencial, lo vuelven más complejo, en lugar de conectarte con las personas, lo que hacen es desconectarte. Viajes a la Riviera Maya donde hasta el cuando parar y tomar aliento está planificado. Relojes que te dicen en la hora que vives, pero no como puedes vivirla mejor. Perfumes que desprenden un aroma atrayente y seductor, pero que no logran camuflar tu ansiedad o frustración por llevarte a una chica (la que sea) a la cama. Entregas objetos cuando lo que más necesitan las personas de ti es tu calidez y tu compromiso.
Cuando vayas a hacer un regalo piensa primero en la persona que lo recibe, cómo impactarla positivamente, podría ser una carta personal, un recuerdo de cuando erais pequeños, verla más a menudo, hablar sobre aquello que podría estar haciendo mal y nadie más se atreve a decírselo, apagar el smartphone cada noche cuando llegas a casa a cenar, una imagen del mejor evento de vuestras vidas o un reconocimiento por haberte hecho crecer.
El mejor regalo es el humano, en ocasiones incomprendido y poco valorado, al principio. Isra Garcia