El riesgo sistémico es una preocupación constante de la era de la globalización y representa un reto en materia de regulación que no debe desatenderse.
El riesgo sistémico no se resuelve con tan solo regular el tamaño de las instituciones.
Aunque ya han pasado seis años de aquel fatídico septiembre de 2008. Nadie olvida aún lo que sucedió: desde la Gran Depresión de 1929 no habíamos vivido un crack a escala global de esa intensidad. Los factores que produjeron esa crisis son varios, y todavía se siguen trabajando en las consecuencias y en el estudio de sus causas para tratar de evitar que algo así vuelva a ocurrir (o al menos, si sucede, lo podamos enfrentar de mejor manera).
Con la globalización, las relaciones entre las diferentes economías del mundo se han intensificado cada vez más.
La formación de bloques fuertes no deja de ser tendencia, pues finalmente es una forma de dinamizar los mercados. Algunos piensan que ha sido llevar el capitalismo a su máxima expresión, pues parece que son los mercados globales los que dominan.
Sin embargo, a partir de 2008, algunos especialistas empezaron a cuestionarse si de verdad esto es así y si seguir ese camino de la unión y la interdependencia es lo más adecuado, sobre todo para evitar guerras mundiales, pues finalmente ése fue el motivo que originó todo.
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El riesgo más temido
Uno de los fenómenos que quedó demostrado con la caída de Lehman Brothers es que se han desarrollado organizaciones tan grandes y tan interconectadas con otros actores económicos, que simplemente su quiebre representa un riesgo para todo el sistema financiero.Cuando se comenzaron con los tratados y alianzas de libre comercio parecía que nadie pensaba en ello. Por esa razón, algunas de estas entidades (bancos o empresas) conocidas como "Too big to fail" (TBTF) tomaron riesgos con la confianza de que en caso de que las cosas salieran mal, habría un gobierno que las respaldaría.
El problema: ese respaldo provendría de todos los ciudadanos a través de los impuestos, ya que no de ser así, provocarían una crisis mucho mayor, donde se verían caer una a una las grandes empresas involucradas, como fichas de dominó.
¿Por qué no dejarlas caer?
Evitar el TBTF, o mejor conocido como riesgo sistémico, no se resuelve con tan solo regular el tamaño de las instituciones, pues hay quien piensa que si se controla su crecimiento y concentración se resuelve el problema.Pero algo de hay de cierto: la competitividad debe prevalecer ante todo, sobre todo porque está demostrado que los mercados donde predominan los monopolios se vuelven precarios y viciosos, porque solo permiten que se enriquezcan unos pocos.
Pero sobre todo en el sistema bancario, hemos visto que no basta con que sea competitivo y hayan muchos competidores, sino que su tamaño también puede afectar al resto de las organizaciones que interactúan con ellos, como puede serlo una aseguradora, y así se va armando la cadena.
Sin embargo, la paradoja la encontramos cuando vemos que también tener bancos pequeños sale más caro; es decir, si se reduce su capacidad de crédito y de interrelación también se cierra la llave a los usuarios finales. Entonces, ¿qué solución se puede tomar?
En reuniones como el G-20 o Basilea III se han llegado al consenso de que los bancos deben de ser capaces de generar una especie de “testamento” que les permita cubrir buena parte de sus pérdidas, sin tener que recurrir a ningún tipo de respaldo externo o gubernamental; además de limitar el riesgo que cada uno puede asumir según los activos con los que cuenta.
También se está tratando de mejorar la legislación para tratar de que las quiebras sean más eficientes y cortas –algo que en el mercado bursátil se llama cortar pérdidas–, para así evitar el contagio al resto del sistema.
Sin duda es un tema polémico y complicado para el que no existe una sola solución y afortunadamente, tanto a nivel internacional como nacional, las autoridades han estado trabajando al respecto, pero no debemos de olvidar lo que pasó para tratar de llevar esas nuevas reglas del juego a buen cauce.
Tema pendiente en México
El riesgo sistémico no solo se remite a los bancos, como ya lo mencionamos, sino también a empresas con largos y prominentes brazos, que muchas veces pareciera que actúan por encima de la ley, pues la autoridad teme que al regularlas se pueda provocar una caída en picada.El mejor ejemplo que tenemos en nuestro país, y que en estos días ha sido un tema candente, es el caso de las telecomunicaciones y el Grupo Carso que sin duda ya es considerado por muchos como una empresa "too big to fail".
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¿Será que las autoridades se atrevan a ponerle un límite y aplicar la ley sin importar el tamaño de empresa que se trate? Justamente es una de las discusiones en las que veremos si se logra o no hacer historia.