Pese a que todavía queda verano por delante
(termina el 21 de septiembre), el fin de éste se acerca. El cambio de
estación también supone para muchos el momento de renovar el vestuario,
guardando algunas de las prendas más frescas y rescatando otras más
gruesas del fondo del armario.
En realidad, el paso del verano al otoño no se produce el mismo
día 21, sino entre dos siguientes, el 22 y el 23. En ese momento, cuando
el Sol se encuentra sobre el Ecuador e incide igualmente sobre todo el
globo terráqueo, día y noche tienen exactamente la misma duración en
todo el planeta (de ahí el nombre equinoccio, “noche igual”).
Sin embargo, ese instante simbólico no guarda una relación exacta con la alternancia del vestuario. Quizá los más puristas esperen a ese preciso momento para guardar la ropa de verano, pero el gran público hace coincidir esto con el fin de las vacaciones.
Esa parte mayoritaria de la sociedad también tiene un descanso estival reducido y un espacio limitado, lo que lleva a un lógico interés por el aprovechamiento de los recursos disponibles. Dado ese deseo de optimización, conviene seguir estos consejos que mejorarán, en muchos casos, el inevitable proceso anual de guardar la ropa de verano hasta el año que viene:
--Lavar y doblar perfectamente todas las prendas: Puede parecer obvio, pero se trata de un paso indispensable. No solo por cumplir con el muy sabio refranero popular (“no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”), sino por el bien de la propia ropa.
Las manchas que no se quiten ahora pueden no salir después de meses afianzándose; y, aun cuando puedan ser eliminadas más tarde, siempre resultará más fácil cuanto más recientes sean.
--Lavanda en lugar de naftalina: Resulta evidente que es necesario combatir a las polillas, ese archienemigo de la indumentaria. No obstante, no es obligatorio que sea un peligro para la salud de los más pequeños.
La lavanda es un remedio natural y eficaz para estos casos. Al contrario que la naftalina, no es tóxica. Además, impregnará la ropa de un olor más fresco, saludable y fragante.
--Bolsas de cierre al vacío: Cuando se dispone de mucha ropa y poco espacio, hay que ingeniárselas para aprovechar éste como mejor se pueda.
Una buena solución es meter la ropa a guardar dentro de bolsas con sistema de cierre al vacío. Se puede sacar el aire con una aspiradora, y así ocuparán mucho menos.
--Lavar bien las chanclas: Por su condición eminentemente veraniega, merecen un epígrafe aparte. Dado que son de plástico, se pueden meter en la lavadora, o lavarse a mano con agua, jabón y un cepillo de cerdas. En todo caso, hay que tener cuidado con ellas
--Fundas de tela para los trajes: sea por su precio, elegancia o valor simbólico, los trajes requieren cuidados extra. Es importante asegurarse de que la funda es de tela; las de plástico impiden que transpire. Además, hay que colgarlo de una percha recia que conserve bien la forma, preferiblemente de madera.
Sin embargo, ese instante simbólico no guarda una relación exacta con la alternancia del vestuario. Quizá los más puristas esperen a ese preciso momento para guardar la ropa de verano, pero el gran público hace coincidir esto con el fin de las vacaciones.
Esa parte mayoritaria de la sociedad también tiene un descanso estival reducido y un espacio limitado, lo que lleva a un lógico interés por el aprovechamiento de los recursos disponibles. Dado ese deseo de optimización, conviene seguir estos consejos que mejorarán, en muchos casos, el inevitable proceso anual de guardar la ropa de verano hasta el año que viene:
--Lavar y doblar perfectamente todas las prendas: Puede parecer obvio, pero se trata de un paso indispensable. No solo por cumplir con el muy sabio refranero popular (“no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”), sino por el bien de la propia ropa.
Las manchas que no se quiten ahora pueden no salir después de meses afianzándose; y, aun cuando puedan ser eliminadas más tarde, siempre resultará más fácil cuanto más recientes sean.
--Lavanda en lugar de naftalina: Resulta evidente que es necesario combatir a las polillas, ese archienemigo de la indumentaria. No obstante, no es obligatorio que sea un peligro para la salud de los más pequeños.
La lavanda es un remedio natural y eficaz para estos casos. Al contrario que la naftalina, no es tóxica. Además, impregnará la ropa de un olor más fresco, saludable y fragante.
--Bolsas de cierre al vacío: Cuando se dispone de mucha ropa y poco espacio, hay que ingeniárselas para aprovechar éste como mejor se pueda.
Una buena solución es meter la ropa a guardar dentro de bolsas con sistema de cierre al vacío. Se puede sacar el aire con una aspiradora, y así ocuparán mucho menos.
--Lavar bien las chanclas: Por su condición eminentemente veraniega, merecen un epígrafe aparte. Dado que son de plástico, se pueden meter en la lavadora, o lavarse a mano con agua, jabón y un cepillo de cerdas. En todo caso, hay que tener cuidado con ellas
--Fundas de tela para los trajes: sea por su precio, elegancia o valor simbólico, los trajes requieren cuidados extra. Es importante asegurarse de que la funda es de tela; las de plástico impiden que transpire. Además, hay que colgarlo de una percha recia que conserve bien la forma, preferiblemente de madera.