Si retrocedemos 35 años en el tiempo y echamos un vistazo a la vida de nuestras madres y abuelas ¿Nos gustaría vivir como ellas? ¿Nos consideramos ahora más felices? Lo cierto es que ellas no tenían los mismos derechos que nosotras. No tenían la misma libertad para trabajar fuera de casa, su independencia estaba peor aceptaba socialmente, y en el caso de España, nuestra legislación ni siquiera permitía que una mujer firmara cualquier documento público sin el permiso de su marido. Y sin embargo, las mujeres de entonces eran más felices que las de ahora. O por lo menos, estos son los datos que podemos extraer de un estudio realizado por la Universidad de Pennsylvania titulado La paradoja de la felicidad femenina decreciente.
Este estudio nace como consecuencia de las encuestas anuales realizadas entre 1972 y 2006 por las profesoras Betsey Stevenson y Justin Wolfers. El informe ha comparado los niveles revelados al comienzo y al final del período, y ha encontrado que, pese a los avances registrados en materia salarial, laboral, educacional y de control de la natalidad, las mujeres expresan hoy los mismos niveles de felicidad respecto de su situación laboral, y menores grados de satisfacción acerca de las finanzas familiares y su vida marital. En cambio, manifiestan mayor satisfacción en relación a su estado de salud. Lo que nos lleva a reflexionar sobre la siguiente paradoja: algunos progresos sociales alcanzados por el género femenino habrían jugado en forma contraproducente en términos de bienestar.
Un estudio de la Universidad de Pennsylvania afirma que las mujeres de hace 30 años eran más felices que nosotrasY esto, nos hace plantearnos la siguiente pregunta: ¿cuáles son los mecanismos sociales que han hecho posible que nuestra felicidad aumente de forma inversamente proporcional a los logros en materia de igualdad social y laboral que vamos obteniendo? Lo cierto es que el estudio de la Universidad de Pennsylvania no arroja teorías que den respuesta a tal incógnita. Sin embargo, existen diversas teorías que podrían explicarlo:
1. La difícil tarea de la conciliación: Actualmente la mujer ha alcanzado muchos de los derechos por los que ha luchado durante décadas. Hoy en día es posible tener una vida plena fuera de casa y a la vez formar una familia, tener hijos y cuidar del hogar. Sin embargo, los días siguen teniendo 24 horas y la mujer siente una inmensa presión para conseguir llegar a todo, sin dejar ninguna tarea a medias. Además, las mujeres trabajadoras de hoy en día creen que, de alguna forma, deben demostrar a los demás su valía profesional a la vez que lidian con el sentimiento de culpa de dejar a sus hijos durante largas horas bajo el cuidado de otros. Esta situación genera en muchos casos episodios de estrés, ansiedad, angustia e insatisfacción.
2. La presión de la sociedad de consumo. Vivimos sacudidos por el ritmo de una sociedad que impone unas metas basadas en términos materiales. Desde jóvenes, nos dicen que para ser felices debemos tener muchas cosas, y una vez obtenidas, dichos objetos pierden automáticamente su valor. Asimismo, nos imponen un canon de vida que señala que a determinada edad debemos vivir en pareja, tener hijos y triunfar profesionalmente. Las personas que no alcanzan dichos objetivos o que no encajan con este patrón se sienten insatisfechas y anhelan una felicidad que nunca llega.
¿Cómo llegar a todo sin morirnos en el intento?
Una de los principales hándicaps con los que nos encontramos en nuestros día a día es, como ya hemos señalado, la dificultad para conciliar vida laboral y familiar. Es cierto que la sociedad ha evolucionado notablemente en las últimas décadas para facilitar la incorporación de la mujer al mercado laboral; sin embargo, aún quedan por poner en marcha muchas medidas que hagan posible la "flexibilidad productiva", necesaria para que las madres trabajadoras consigan llegar a todo sin perder su salud por el camino.
Según explica Rachida Justo, profesora del IE Business School, "la legislación española contempla tres principales formas de conciliación para los empleados: reducir sus horas de trabajo, tener mayor flexibilidad para organizar sus horarios y agendas diarias y, recibir ayudas específicas como la asistencia en el cuidado de sus hijos". Sin embargo, los empleados con contratos temporales trabajan en peores condiciones y en muchas ocasiones llevan a las madres trabajadores a recurrir a otras opciones como el autoempleo. Por lo tanto, en este sentido, es fundamental contar con el compromiso de las administraciones públicas a la hora de ofrecer alternativas de trabajo de calidad que favorezcan la flexibilidad, el teletrabajo y la productividad a base de la consecución de objetivos.
Y a la hora de gestionar nuestro tiempo, nosotras también podemos poner de nuestra parte para hacernos más fácil el reto de la conciliación:
- Planificar: Con el fin de que tu día a día no se convierta en una vorágine de tareas imprevistas, echa mano de una agenda o calendario en el que organices tus tareas diarias y semanales
- Priorizar: Siempre hay tareas que se pueden dejar para más tarde. Empieza por lo fundamental y aprende a delegar ¡Seguro que cuentas con personas a tu lado que te pueden echar una mano!
- Conciliar: Cuentas con dos ámbitos fundamentales, el familiar y el laboral, y ambos requieren de tu dedicación. Invierte tiempo de calidad en cada uno de ellos, evitando embarcarte en las dos cosas a la vez, porque así lo único que conseguirás es hacerte un lío y perder tiempo.
La segunda barrera de la que hablamos anteriormente esta propiciada por la sociedad de consumo y la sensación de insatisfacción permanente. En realidad, este paradigma de la sociedad postmoderna, no afecta sólo al segmento femenino, sino a la totalidad de la población. De alguna manera, sentimos que nuestra felicidad no depende de nosotros mismos, sino de lo que nos rodea. Codiciamos tener lo que otros tienen: La familia idílica, la mejor silueta, la última tecnología y el éxito profesional. Nunca es suficiente, y aunque lo consiguiéramos todo, siempre surgirá alguna nueva necesidad que nos haría sentir insatisfechos. La crisis económica que atravesamos se enreda en este contexto, generando situaciones aún más desesperadas, donde los problemas económicos se convierten en reales; y el desencanto social y político nos hace creer que no somos dueños de nuestra felicidad.
Hoy en día podemos decidir ser felices siendo lo que nosotras queramos, no conformándonos con la realidad que nos imponenEn opinión de Davinia García, coach personal y miembro del Consejo Internacional de Expertos de Womenalia, "No vivimos una crisis social, económica o política. Vivimos una crisis de conciencia". La experta considera que "el momento que vivimos ha contribuido a que se nos olvide la capacidad intrínseca del ser humano de sacar adelante su vida con éxito", y asegura que "si buscamos dónde está la solución, entonces la encontraremos".
Y esto nos lleva a concluir lo siguiente: Puede que nuestras madres o abuelas fueran más felices, pero se trataba del sentimiento apacible del conformismo. Ellas no pudieron llegar a donde nosotras estamos hoy en día. Probablemente muchas soñaron con ser abogadas, médicos o artistas, pero se conformaron con el calor del hogar y el amor de los suyos. Y eso es maravilloso, y contribuyeron a nuestra educación y a nuestra felicidad. Pero nosotras ahora podemos alcanzar un plus, el de la felicidad deliberada y consciente, basada en el esfuerzo, el valor y la independencia. No tenemos que llegar hasta donde nos imponga esta sociedad, sólo hasta donde queramos llegar. Eso sí, somos capaces de alcanzar lo que nos propongamos. ¿Estáis listas?