Hoy, 1 de agosto, entra en vigor en Rusia un conjunto de
enmiendas a su Código Administrativo, a la Ley de Información y a la Ley de
Comunicaciones, apodado por los periodistas como el “proyecto de ley de bloggers“.
El proyecto de ley fue presentado por el presidente Putin a principios de
mayo de este año, y está destinado a poner bajo control a todas las páginas con
más de tres mil visitantes únicos al día, que se verán obligadas a registrarse
ante el organismo estatal de control, Roskomnadzor, desvelar la identidad real del autor o autores,
y someterse a las mismas reglas que los periodistas en medios de comunicación
tradicionales.
La reacción inmediata de empresas como Yandex o LiveJournal ha sido dejar de
publicar las estadísticas y rankings de blogs, o poner como límite superior la
cifra de +2500. Por supuesto, el gobierno ha contestado que cuenta con sus
propios medios para estimar el tráfico de las páginas: yo hago las normas, yo
mido como quiero, y yo multo a quien se me antoja. Faltaría más.
¿Qué ocurre cuando se impide a los ciudadanos expresarse en libertad y con
una razonable presunción de anonimato? No hablamos de difamación, de insultos,
de injurias o de ningún otro delito tipificado, que por pura lógica deben
regularse con las leyes que ya existían antes de la existencia de la red, sino
de reglas específicamente pensadas para la censura, para evitar la expresión de
opiniones en el medio que está claramente sustituyendo al papel en la dieta
informativa de la población. A todos los efectos, se trata de censura, de
intimidación, de “si escribes determinadas cosas, vas a tener problemas”. Algo
muy similar a lo que el gobierno español pretendía hace algunos meses cuando se
dedicó a barajar la idea de “poner bajo control las redes sociales” para que determinadas expresiones de mal gusto o de escasa sensibilidad
fuesen supuestamente tipificadas como delito.
Confundir los límites es un error muy peligroso en democracia. La libre
expresión y la opinión, cuando se expresan con el debido respeto, no pueden ser
puestas bajo control: forman parte de los derechos fundamentales de los
ciudadanos. Internet ha conseguido hacer descender las barreras de entrada para
que cualquier ciudadano pueda convertirse en un medio de comunicación, y que
algunos de ellos puedan, si lo hacen razonablemente bien, alcanzar un cierto
nivel de popularidad. Establecer un nuevo conjunto de reglas para ponerlos bajo
control es un atentado contra la calidad democrática. Los bloqueos y los
controles sobre la información no son más que una muestra de totalitarismo.
La medida rusa no debe verse como algo aislado en absoluto. En realidad,
estamos siendo testigos de una tendencia peligrosísima que tiende a intentar
poner la red bajo el control gubernamental, una corriente que se intensifica a
medida que esa misma red se va convirtiendo en el medio fundamental de
diseminación de la información. Las medidas draconianas en regímenes
dictatoriales y la primavera árabe solo fueron llamadas de atención en países
inesperados en los que la penetración de la red ni siquiera alcanzaba a una
mayoría de la población. Actualmente, muchas supuestas democracias consolidadas
envidian de manera evidente a países como China, Irán, o ahora Rusia, porque
sienten que la red les dificulta un control de la información que añoran tener.
Gobiernos como el español se ponen internacionalmente en ridículo diseñando leyes que les permitan poner bajo control a la red, establecer tasas a los enlaces, y tratar desesperadamente de devolver a
los medios en papel, que sí pueden controlar, la relevancia que los medios en
red, de control más complicado, les están arrebatando progresivamente. Igual de
antidemocrático y de absurdo de lo de Rusia. Lo que más me apena de la medida
rusa no es la medida rusa como tal, sino la evidencia de que hoy mismo, en mi
propio país, hay unos cuantos políticos que están mirando las noticias
procedentes de Rusia con auténtica envidia.
La adaptación de los mecanismos de la democracia a la era de la red está
resultando muy traumática. Las reacciones de los gobiernos ante la red son, cada
día más, un síntoma de la calidad democrática de los países, y una auténtica
llamada de atención sobre lo que los ciudadanos jamás deberían plantearse votar.
Si votas a partidos con tendencias liberticidas en la red, a políticos que ven
la red como el peor de los males y que la temen porque les arrebata el control
de la información, ya sabes lo que te espera.
Las actitudes de los políticos ante la red son
la prueba del nueve de la democracia. Si sus actitudes no te cuadran, NO
LES VOTES. E.Dans
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