Cuando viajas sin planes, visitas lugares donde no has
estado antes, los exploras sin expectativas y con curiosidad, vives momentos
realmente únicos:
Una conversación enriquecedora con un extraño sobre lo que hace a una persona
exitosa y feliz a la vez, tomar un zumo en una cantina frente a la playa de
Cicatela recordando que no ha sido un camino fácil, pero llegaste a ese
momento.
Cenar en un “chiringito” donde de repente aparecen unos mariachis y algo en
el ambiente te recuerda a alguien de quien no sabes nada desde hace años, pero
no has olvidado.
Llegar a las 01:00 am a un destino recóndito y encontrar a un tipo alemán que
decidió jubilarse con 45 años para vivir la vida recorriendo el mundo, hablar de
esa historia hasta el amanecer.
Saltar a una furgoneta con un grupo de mejicanos para viajar desde Conway
(Arkansas) hasta Miami South Beach y pederte sólo durante 12 días, acabar
viviendo en la 5 de Collins Ave.
Encontrar el
aprendizaje en un aeropuerto.
Alquilar un coche hasta Panama City para celebrar “spring break” y
encontrarte un tiroteo mientras pases por la calle – esto no es algo fascinante,
pero entra dentro de la categoría de momentos únicos.
Conocer a una familia tibetana en Lamayuru
(Leh) y quedarte a vivir con ellos una semana.
Ser sacado por las autoridades del aeropuerto y estar
retenido contra tu voluntad por más de 5h.
Descubrir qué sucede cuando estás en un lugar donde no tienes el contacto de
ninguna personas que pueda ayudarte.
Desconectarte de Internet durante 28 días en
India o Brasil o Sudáfrica.
Parece como si el ser humano se liberara – voluntaria u obligatoriamente –
cuando sale de su espacio natural. De repente vives simple, te vuelves mas
aventurero, tomas decididamente la iniciativa y absolutamente te dejas
llevar.
Estoy seguro que has sentido esa sensación. Ya sabes, viajar sin mapas. Isra Garcia
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