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viernes, 29 de agosto de 2014
Redes sociales y autocensura
Un informe de Pew Research titulado “Social media and the spiral of silence“ publicado hace dos días está generando una buena dosis de discusiones en la red acerca de lo preocupante que resulta que un medio de expresión teóricamente libre, abierto y con bajísimas barreras de entrada como la red se esté, en realidad, convirtiendo en un lugar donde los usuarios refuerzan su tendencia a la autocensura, y rechazan hablar de temas en los que se ven en una actitud minoritaria o que creen que van a generar rechazo.
El asunto me resulta sumamente familiar: prácticamente cualquiera que haya pasado un cierto tiempo experimentando con la compartición de información en la web social conoce los condicionantes de esa dinámica, y en efecto, la autocensura es un hecho evidente y conocido. Básicamente, por un principio tan claro como el de la asimetría. A medida que crece la audiencia esperada o percibida, la cantidad de información que estamos dispuestos a compartir sobre nosotros mismos disminuye.
El principio es claro: con una audiencia muy restringida, como una charla con un amigo, una comida familiar, etc., muchos aspectos de lo que consideramos que nos define como personas – nuestras opiniones, posiciones en determinados temas, etc. – pueden ser exteriorizados sin demasiados problemas. Si de ahí pasamos a Facebook, donde aún se mantiene cierta impresión – errónea o no – de que compartimos únicamente con aquellos que hemos aprobado como amigos, nuestra inclinación a compartir información que de alguna manera nos define o nos etiqueta disminuye, porque el círculo es más grande y sus fronteras más inciertas. Si de ahí pasamos a Twitter, o a cualquier otra página abierta a una audiencia global, el incentivo a compartir ese tipo de información puede llegar a prácticamente desaparecer, salvo que pasemos a emplear el anonimato. A medida que la audiencia percibida crece, vemos disminuir el control de los posibles efectos de lo que decimos, y el espacio que dejamos a lo personal es más restringido. Pura psicología y sentido de supervivencia.
Además, entra en juego otra variable fundamental: la riqueza del contexto. En un entorno próximo o personal, la riqueza del canal permite añadir aclaraciones, explicaciones o contexto (gestual, inflexiones del tono de voz, etc.) que pueden matizar o solventar determinados malentendidos o problemas. El emisor se siente razonablemente en control de sus palabras, no tanto de su alcance como del resultado o impresión final que causan las mismas en sus interlocutores. Si a ese pequeño grupo conocido añades personas con un nivel de confianza menor, verás automáticamente surgir un nivel de autocensura mayor. Si lo extiendes a las redes sociales, ese nivel crece, porque a pesar de que el canal permite la réplica, el matiz, la repregunta o la aclaración, éstas pueden quedar en muchas ocasiones alejadas del contexto original, la idea central puede ser trasladada sin matices, y tenemos la sensación – y de hecho, así ocurre en muchas ocasiones – de estar pegándonos una etiqueta por la que otros pueden juzgarnos de manera completamente descontextualizada en cualquier otro momento.
La autocensura no es un error o un problema de las redes sociales, sino una característica de las mismas. Mi comportamiento en Twitter no es igual ahora, con casi doscientos mil seguidores, que cuando tenía doscientos, y mi impresión es que es una pura cuestión de lógica y supervivencia. Cuantas menos personas y más conocidas, más puedo permitirme el lujo de no tener que matizarlo todo por si surge un posible malentendido, o de confiar que una frase no va a convertirse en una etiqueta indeleble porque, como mínimo, está matizada por todo el contexto anterior. En privado en mi salón puedo vociferar que si un día veo al árbitro del partido de fútbol que estoy viendo, me comeré su hígado… sin que ninguno de los que me rodean piense realmente que existe la más mínima posibilidad de que un día me abalance sobre el colegiado cuando pasa por la calle e intente extraer y devorar sus vísceras. Si lo digo en Twitter delante de doscientas mil personas, la cosa, obviamente, cambia, y eventualmente, hasta el propio árbitro podría denunciarme por amenazas.
Otra cosa, lógicamente, es que eso signifique que las redes sociales se conviertan en un lugar donde, de facto, no se exponen argumentos si uno se siente en minoría. En realidad, lo que tendemos a aplicar aquí es un filtro progresivo: antes de exponer algo en un foro público, lo “validamos” en foros más privados, en los que percibimos un riesgo inferior, y que además pueden contribuir a enriquecer nuestro razonamiento. En mi caso, llevo tantos años como años llevo en la red tratando de explicar a cientos de comentaristas que lo que escribo aquí son ideas en desarrollo, que muchas veces cambio de opinión o veo cómo se enriquecen gracias a los comentarios, y que como soy profesor, mi página es simplemente un taller de maduración de ideas y de argumentos previo a su uso en otros foros donde, gracias a eso, creo que me puedo comprometer más. Con el tiempo, he entendido mi papel en mi página como algo muy parecido a lo que hago en mis clases: generar discusión en un contexto de riqueza de información, y tratar de que esa discusión enriquezca a todos los participantes, en muchos casos a expensas de no intentar extraer unas conclusiones unívocas (hay pocas verdades absolutas, o visto de un modo más budista, las respuestas están más en el camino que en la meta).
¿Funcionan las redes sociales como un desincentivo a la opinión y a la participación? Quien no se autocensura razonablemente a la hora de exponer sus opiniones en un tema, pasa rápidamente a ser calificado de “bocachancla”… y en muchos casos, seguramente lo es. Un foro mayor exige, razonablemente, un nivel de procesamiento y de seguridad mayor, y no me parece que eso sea un problema derivado de internet o de las redes sociales, sino del más puro sentido común. Por otro lado, la propia red cuenta con ciertos “mecanismos de seguridad” en este sentido: por un lado, la centralidad que se obtiene en determinados temas en función de las propias métricas sociales, que lleva a que cuando alguien opina con cierto historial de autoridad en un tema, su opinión sea activamente buscada para temas afines. Por otro, el propio anonimato, que no solo sirve para atacar de manera injustificable y haciendo uso de formas que no usaríamos a cara descubierta, sino también para exponer ideas que no queremos que se vean sesgadas por nuestra identidad o asociadas a la misma. Cada vez que comento algo en un foro público encuentro mucho de ambas cosas: argumentos de autoridad basados en “dado que soy esto o aquello, debes escucharme” o “como no sabes quien soy, te puedo dar una contra-argumentación que no podría darte si lo supieras”. Como valor mucho ambas posibilidades, mantengo en mi página la posibilidad de hacer comentarios anónimos, porque cuando usan el anonimato para insultar puedo eliminarlos, y cuando lo usan para aportar algo, son bienvenidos.
La autocensura está construida como un mecanismo de autodefensa en la naturaleza humana, en la misma esencia del contrato social. Lo único que hacen internet y las redes sociales es poner a los usuarios en la capacidad de dirigirse a audiencias con una dimensión muy superior a la que antes podían siquiera llegar a pensar que podrían dirigirse. ¿Sería bueno, sano o de alguna manera recomendable que esos usuarios se dirigiesen a esas audiencias sin el filtro de la autocensura? Sinceramente, creo que no. A mayor audiencia potencial, mayor nivel de autocensura: habla de aquello sobre lo que estés muy seguro y tengas buenos argumentos, o no hables. O si lo haces, trata de hacerlo de manera no categórica, evitando que la dimensión de la audiencia y la ausencia de un contexto adicional te pueda perjudicar, como si pegases la etiqueta con tus palabras – o con un burdo resumen de las mismas – a tu frente a partir de ese momento. De hecho, lo que ocurre en la red es precisamente lo contrario: los foros más productivos son aquellos en los que los participantes se autocensuran más cuando no están seguros de lo que hablan, mientras que los foros que promueven una participación excesivamente abierta se convierten en un gallinero.
¿Autocensura en las redes sociales? Mucho me temo que, como dicen los programadores… “it’s not a bug… its an undocumented feature” E.Dans